jueves, 4 de febrero de 2010

Los jardines de la memoria

Paseando, reflexionando, por los jardines de la memoria, reverdecen viejos conceptos que ya habían empezado a secarse o mustiarse. Por ejemplo: Que el ser humano posee, quizás, o sin quizás, el sistema de comunicación más perfecto dado a ninguna especie viviente. Que sus códigos (lenguas) le permiten construir infinitas cadenas de las que se ha valido y se vale para cumplir dos importantísimas funciones: solicitar y transmitir información. Que la calidad de la información transmitida no solo radica en su valor de verdad, novedad, importancia y utilidad, sino también en su forma: hay formas y formas... Observando un arriate, me viene a la memoria que hay cuatro modalidades textuales: narración, descripción, argumentación y exposición. Que, la modalidad argumentativa, tiene como objetivo presentar pruebas convincentes que apoyen una tesis, opinión o punto de vista. Que toda buena argumentación se basa en principios lógicos y dialécticos, con unos argumentos razonables pero no rotundos e inapelables, ya que frustraría la necesaria controversia entre posturas. Que la sola perspectiva falsa es esa que pretende ser la única. Célebre frase de Ortega. Admirando una camellia japonica, árbol o arbusto teáceo de jardín, de hojas coriáceas perennes y flores, llamadas del mismo modo, rememoro que la argumentación precisa, además de la solidez de los argumentos presentados, de cierta habilidad persuasiva o de carisma del autor. Destreza muy necesaria cuando no hay hechos demostrables que se puedan aportar. De ahí que la función del lenguaje predominante sea la apelativa o conativa. Que, desde el punto de vista de la gramática, la argumentación se caracteriza por el uso de subordinadas causales, consecutivas y condicionales. Que el ensayo es el género por excelencia de la argumentación, que se presenta acompañada de la modalidad expositiva. En él se combinan el dominio de las ideas, la coherencia de la lógica y la habilidad lingüística (estilo). Que... que... que...

En mi paseo, cuando ya me iba, paso por delante de un estanque y me doy cuenta de que el murmullo del agua llamó begonias olvidadas...

sábado, 30 de enero de 2010

Hibernar


Hibernar, como todos sabéis, es pasar el invierno en estado de vida latente. La hibernación es el conjunto de fenómenos provocados en los seres vivos por la llegada de la estación fría, o de la estación seca, y que tiende a aislarlos del medio desfavorable. La hibernación natural (también hay la artificial, con fines terapéuticos), tiene tres aspectos principales: 1º El aislamiento o revestimiento, que separa al ser viviente de su medio. La marmota se encierra en su madriguera; el caracol segrega un epifragma; la salamandra busca los troncos de los árboles; los dipnoos (sic) se refugian en una secreción mucosa; las yemas de los árboles se recubren de cera; las partes aéreas de las plantas herbáceas desaparecen, y los mamíferos adquieren su pelaje de invierno. 2º La disminución del ritmo vital (sueño hibernal), con pérdida de agua por parte de los tejidos y gran descenso de la temperatura interior en los homeotermos. Los animales no se mueven, no comen, casi no respiran, viven de sus reservas de grasas; en las plantas, la circulación de savia se para y cesa el crecimiento. 3º La formación y aislamiento de los diásporos reproductores, tales como los huevos de insectos y arácnidos, los estatoblastos de los briozoos y los órganos subterráneos perennes de las plantas vivaces, etc, que se desarrollarán en primavera.
Los animales hibernantes son roedores: marmotas, lirones y ratas almizcleras; insectívoros: erizos; carnívoros: tejones y osos; quirópteros: algunos murciélagos. Pasan el sueño hibernal doblados sobre sí mismos, arrollados hasta formar una bola; caen en un sueño profundo, acompañado de un descenso de temperatura (hasta un grado), y disminución del ritmo respiratorio y circulatorio; la función nutritiva se reduce a la desasimilación de las grasas acumuladas durante el otoño.
Qué compleja es la vida ¿verdad? Existe un bípedo implume, que no aparece en ningún tratado taxonómico, ni siquiera en Systema naturae de Linneo, que también sufre su metamorfosis, cambio, transformación, conversión, transmutación, transfiguración o trueque... Vive en un hábitat o entorno adecuado durante seis meses, pero adverso en los otros seis... Su nido, nidal, ponedor o ponedero, solo reúne buenas condiciones desde abril a septiembre, pero desde octubre a marzo no es muy habitable. De ahí que su canto, canción, cantar, arrullo o gorjeo, no se oiga mucho hasta que la primavera y el verano reinen en el hemisferio norte o boreal.
Y es que los bípedos implumes, rara avis, te son muy suyos...

jueves, 24 de diciembre de 2009

En Nochebuena


Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad. Por eso rescato un poema de Vicente W. Querol (1836-1889) que él tituló, precisamente, “En Nochebuena” y que dedicó a sus ancianos padres. Dice así:

Un año más en el hogar paterno/ celebramos la fiesta de Dios-Niño, símbolo augusto del amor eterno/ cuando cubre los montes el invierno/ con su manto de armiño.

Como en el día de la fausta boda/ o en el que el santo de los padres llega,/ la turba alegre de los niños juega,/ y en la ancha sala la familia toda/ de noche se congrega.

La roja lumbre de los troncos brilla/ del pequeño dormido en la mejilla/ que con tímido afán su madre besa;/ y se refleja alegre en la vajilla/ de la dispuesta mesa.

A su sobrino, que lo escucha atento,/ mi hermana dice el pavoroso cuento,/ y mi otra hermana la canción modula/ que o bien surge vibrante o bien ondula/ prolongada en el viento.

Mi madre tiende las rugosas manos/ al nieto que huye por la blanda alfombra;/ hablan de pie mi padre y mis hermanos,/ mientras yo, recatándome en la sombra,/ pienso en hondos arcanos.

Pienso que de los días de ventura/ las horas van apresurando el paso,/ y que empaña el Oriente niebla oscura,/ cuando aún el rayo trémulo fulgura,/ último del ocaso.

¡Padres míos, mi amor! ¡Cómo envenena/ las breves dichas el temor del daño!/ Hoy presidís nuestra modesta cena,/ pero en el porvenir... yo sé que un año/ vendrá sin Nochebuena.

Vendrá, y las que hoy son risa y alborozo/ serán muda ficción y hondo sollozo./ No cantará mi hermana, y mi sobrina/ no escuchará la historia peregrina/ que le da miedo y gozo.

No dará nuestro hogar rojos destellos/ sobre el limpio cristal de la vajilla,/ y, si alguien osa hablar, será de aquellos/ que hoy honran nuestra fiesta tan sencilla/ con sus blancos cabellos.

Blanco cabellos cuya amada hebra/ es cual corona de laurel de plata,/ mejor que esas coronas que celebra/ la vil lisonja, la ignorancia acata/ y el infortunio quiebra.

¡Padres míos, mi amor! Cuando contemplo/ la sublime bondad de vuestro rostro,/ mi alma a los trances de la vida templo,/ y ante esa imagen para orar me postro,/ cual me postro en el templo.

Cada arruga que surca ese semblante/ es del trabajo la profunda huella,/ o fue un dolor de vuestro pecho amante./ La historia fiel de una época distante/ puedo yo leer en ella.

La historia de los tiempos sin ventura/ en que luchasteis con la adversa suerte,/ y en que, tras negras horas de amargura,/ mi madre se sintió más noble y pura/ y mi padre más fuerte.

Cuando la noche toda en la cansada/ labor tuvisteis vuestros ojos fijos,/ y, al venceros el sueño a la alborada,/ fuerzas os dio posar vuestra mirada/ en los dormidos hijos.

Las lágrimas correr una tras una/ con noble orgullo por mi faz yo siento,/ pensando que hayan sido, por fortuna,/ esas honradas manos mi sustento/ y esos brazos mi cuna.

¡Padres míos mi amor! Mi alma quisiera/ pagaros hoy lo que en mi edad primera/ sufristeis sin gemir, lenta agonía,/ y que cada dolor de entonces fuera/ germen de una alegría.

Entonces vuestro mal curaba el gozo/ de ver al hijo convertirse en mozo,/ mientras que al verme yo en vuestra presencia/ siento mi dicha ahogada en el sollozo/ de una temida ausencia.

Si el vigor juvenil volver de nuevo/ pudiese a vuestra edad, ¿por qué estas penas?/ Yo os daría mi sangre de mancebo,/ tornando así con ella a vuestras venas/ esta vida que os debo.

Que de tal modo la aflicción me embarga/ pensando en la posible despedida,/ que imagino ha de ser tarea amarga/ llevar la vida, como inútil carga, después de vuestra vida.

Ese plazo fatal, sordo, inflexible,/ miro acercarse con profundo espanto,/ y en dudas grita el corazón sensible:/ “Si aplacar al destino es imposible,/ ¿para qué amarnos tanto?”

Para estar junto en la vida eterna/ cuando acabe esta vida transitoria;/ si Dios, que el curso universal gobierna,/ nos devuelve en el cielo esta unión tierna,/ yo no aspiro a más gloria

Pero, en tanto, buen Dios, mi mejor palma/ será que prolonguéis la dulce calma/ que hoy nuestro hogar en su recinto encierra;/ para marchar yo solo por la tierra/ no hay fuerzas en mi alma.



BREVE COMENTARIO: Evidentemente, eran otros tiempos... ¡Feliz Navidad!

lunes, 21 de diciembre de 2009

Ya son mil

¡Mil visitantes! ¡Un millar de visitas! ¡Qué número más redondo!¡Ya soy "milenario"! Aprovecho la ocasión para dar las gracias a todos lo que buscan este blog a los cuales les deseo unas felices Navidades: Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad...

sábado, 14 de noviembre de 2009

Nuevas notas musicales (y II)

(Con esta segunda y última entrega, llegamos a la estación tèrmini de la glosa de “Las cuatro estaciones”, de Vivaldi. Arrivederci, Roma: Arrivederci Feste di Roma, Fontane di Roma, Pini di Roma...)

Concierto núm. 3 “El otoño”: En esta tercera obra, tal vez la más agradable del conjunto, se ha disipado por completo el clima del concierto anterior. Escrito en fa mayor, se inicia con un brillante allegro que representa los cantos y danzas de los campesinos a que alude el tercer soneto vivaldiano (“Celebra el campesino con bailes y cantos/ el placer de la buena cosecha”). Los pasajes descendentes del violín solista pueden sugerir en cierto modo los efectos del vino que se bebe en la celebración.
En el segundo movimiento, el compositor indicó explicitamente que se trataba de la descripción de la embriaguez (adagio molto, ubriachi dormienti): el clave aparece nítidamente con arpegios acompañados por la cuerda en sordina.
El último movimiento entra casi sin advertirlo y nos propone una melodía poderosa y rítmica que sugiere, como indica el soneto, una escena de caza como tema del rondo. El violín solista muchas veces intercala sus figuraciones con dobles cuerdas, pero el ritornello va apareciendo implacable y lo hará hasta seis veces, poniendo fin al concierto de modo solemne.
Concierto núm. 4 “El invierno”: También este concierto se sale de las normas en cuanto a su estructura. Está escrito en fa menor y se inicia con unos acordes que sugieren un temblor causado por el frío, Por ello, las cuerdas se sacuden con comentarios en los que los contrabajos, por una vez, tienen una parte independiente, algo muy infrecuente en la época. El violín solista describe con todo lujo de arabescos el aire glacial que sopla y que causa el temblor poderoso e incontenible de toda cuerda de la formación instrumental.
En el segundo movimiento se describe la paz de un interior doméstico cálido y confortable mientras en el exterior la lluvia moja a los caminantes que por temor al hielo tienen que andar con tiento. El violín canta una deliciosa melodía al inicio que tiene un carácter casi amoroso, sobrepuesto a un suave pizzicato de la cuerda, creando una imagen lírica que figura entre las grandes páginas de la historia de la música.
El último movimiento es altamente descriptivo. El violín solista nos sugiere el viento insidioso que se cuela por las rendijas. Se ha aludido a los efectos de “patinaje” que los violines sugieren y que describen los resbalones que se citan también en el poema. No cejan los vientos en su lucha y se reproduce por un momento el clima de tempestad que ya hemos oído en los anteriores conciertos hasta que concluye éste con un solemne acorde.

Y hasta aquí hemos llegado: ¡Viva... Vivaldi!

martes, 10 de noviembre de 2009

Nuevas notas musicales (I)

El lema, en Lingüística, es cada una de las palabras que se definen en un diccionario o enciclopedia. El lema pereza tiene como indicadores de construcción los verbos tener, dar, sacudir y vencer. Pereza es, por ejemplo, falta de ganas de moverse. Se oye decir: “En verano todos tenemos pereza”. Y también, falta de voluntad para trabajar: “Tiene el negocio abandonado por pereza”. Y aún, falta de ánimo o impulso para hacer cierta cosa: “Me da mucha pereza ponerme a escribir algo en el ordenador”.
Todo este introito viene a cuento porque se me está reprochando (cariñosamente, eso sí) que en estos últimos tiempos estoy de un perezoso subido, que no escribo ninguna carta o misiva desde mi piorno (hórreo); yo lo achaco al cambio de estación, del verano al otoño, para algunos la estación más noble, que nos produce cierta melancolía en el ánimo, cierto abatimiento en el espíritu. Y yo no soy Vivaldi para musicar, para ponerle música, a le quattro stagioni: la primavera, l’estate, l’autunno, l’inverno...
Por cierto: Vivaldi, como tantos otros compositores de su tiempo, tenía la noción de que la música era un arte muy poco adecuado para pintar la naturaleza como las restantes artes, y trataron con frecuencia de paliar este hecho, que a él y a su generación parecía una grave inferioridad de la música respecto a las artes visuales.
Y, ahora que lo pienso... ¿Y si nos adentramos un poco en Vivaldi y en sus cuatro conciertos más conocidos por el gran público? ¿Os parece bien? Pues, vamos allá...

El concierto núm. 1, “La primavera”, está escrito en mi mayor y, como en los restantes, su esquema es tripartito, con movimientos rápidos en los extremos y uno lento en el centro. Los rápidos tienen forma de rondo, como era habitual en Vivaldi, siendo el tema del rondo o ritornello un pasaje orquestal que puede aparecer por entero o fragmentado. Terminada la presentación, van intercalándose en las sucesivas apariciones de esta idea algunos pasajes en los que el violín solista puede demostrar su virtuosismo, girando en torno de una parecida idea rítmica y melódica durante un cierto espacio de tiempo. En el primer pasaje se oye una imitación del gorjear de un pájaro, como no podía ser menos, siguiendo la alusión del poema, y en el tercero aparece el eco de una tempestad instrumental.
El movimiento lento describe el sueño del cabrero. La línea del bajo pasa a las violas, los violines en sordina mecen al pastor y el violín solista entona una dulce melodía en do sostenido menor.
El tercer movimiento lo forma una alegre danza de aspecto pastoril, que nos permite imaginar a ninfas y pastores bajo la luz alegre y brillante del sol de Italia. El solista tiene muchos pasajes de considerable dificultad antes de que el movimiento concluya con el conjunto instrumental.
El concierto núm. 2, “El verano”, dividido como los demás en tres movimientos, está escrito en sol mayor. Aunque el primer movimiento, allegro non molto, fue escrito en forma de rondo el tema principal sólo aparece tres veces, y nos deja entrever el efecto del calor, por ser más lento del usual.
El violín solista ataca un tema nervioso que parece reproducir el canto de un pájaro: el cuclillo. En algunos pasajes el conjunto instrumental nos indica que sopla un viento amenazador que nos prepara para la tempestad del movimiento final.
Éste, que está subdividido en distintos pasajes, tiene una forma más libre de lo normal y empieza con un pasaje para el violín solo que sugiere el calor agobiante, mientras las cuerdas bajas van anunciando de vez en cuando unos truenos que se acercan. Este último movimiento es un presto con la indicación de “tempo impetuoso” para indicar el desencadenamiento de la tempestad. Las escalas descendentes de la orquesta y los comentarios de la cuerda baja nos indican el estallido de los elementos, y los violines nos describen los vientos.


(Continuará)

martes, 29 de septiembre de 2009

Tributos (Carta publicada el 21/09/09 en La Voz de Galicia)


Señor director,
Ahora que tanto se habla de la posible -¿o probable?- subida de impuestos directos o transversales, recuerdo una anécdota o historieta protagonizada por dos emperadores romanos: Vespasiano había establecido un tributo sobre los mingitorios o urinarios públicos. Tito, hijo mayor y sucesor del fundador de la dinastía Flavia, que estaba asociado al gobierno, le comunicó, quizá en algún receso, pausa o descanso de sus múltiples ocupaciones, que los romanos hacían chistes y chascarrillos sobre el asunto, a lo que Vespasiano, el emperador que quiso morir de pié, contestó con un argumentum ad crumenam, argumento de bolsa, haciéndole oler una moneda: “El dinero no tiene olor.” (Poderoso caballero es don Dinero; hasta es inodoro). Claro que también “Vespa” le pudo haber dicho a su primogénito: Assem habeas, assem valeas, ten un as y valdrás un as, que equivale o corresponde a nuestro tanto tienes, tanto vales.
Lejos de nosotros la perniciosa novedad de discurrir, pero ¿de dónde le venía a Tito tanta información si todavía no se había inventado Internet? ¿quizá de los agentes in rebus?
Los agentes de negocios públicos, como es bien sabido de todos, era un cuerpo de altos funcionarios que desempeñaban a la vez el papel de administradores, controladores del correo y agentes de la policía política. Algunos llevaban el significativo, elocuente y expresivo nombre de curiosi; vigilaban a los sospechosos, controlaban las administraciones y velaban por el buen funcionamiento del cursus publicus (correos imperiales).
Pero todo lo escrito más arriba son bagatelas, pequeñeces, insignificancias, menudencias. Lo que nos debe preocupar, intranquilizar e inquietar es: ¿Volverán a subirnos los impuestos? ¿A alguien le gusta que le suban los tributos? Pregunto...