martes, 28 de mayo de 2013

VELAS Y VIENTOS, VIENTOS Y VELAS (XXIII)

Decíamos ayer...
Sí, decíamos ayer: La batalla de Lepanto, el gran choque entre Oriente y Occidente, la dejamos para otra ocasión. Pues, ya llegó la ocasión.
El 7 de octubre de 1571 fue la gran batalla. El gran combate naval que tuvo lugar en el golfo homónimo, cerca de Lepanto (actualmente Naupacta), entre la flota turca, al mando de Ali Bajá, y las escuadras veneciana, pontificia y española coligadas en la Santa liga, bajo el mando conjunto de Juan de Austria. El enfrentamiento, que concluyó con la victoria de la liga, detuvo momentáneamente la expansión turca.
Se designó a Bazán para el mando de la cuarta escuadra o de socorro, compuesta de treinta galeras. Para los ojos del profano parecerá que esta función de constituir la reserva es menos gallarda que la de formar la vanguardia o el cuerpo de batalla, como entonces se llamaba al grueso. Pero téngase en cuenta que la reserva precisamente es con la que el mando maniobra y reacciona una vez tiene todas sus fuerzas empeñadas en acción y que en aquellos tiempos, de tan difíciles comunicaciones, dicha reserva debía estar a cargo, precisamente, de alguien en quien el generalísimo tuviese absoluta confianza, ya que no podía tener la seguridad de que en un momento dado pudiesen llegar sus órdenes a su comandante, debiendo por lo tanto actuar éste en la forma más conveniente. Lo dice Don Juan en la relación oficial de los hechos: “El marqués (Bazán), a cuyo cargo quedaba la retaguardia y socorro por la importancia que era a todos, y de quien fiaba el peso de aquella jornada que esperaba con mucho advertimiento, en cual parte de la batalla prevalecía la armada cristiana y dónde convenía , no dilatando el socorro, acudir con toda presteza en favor de los suyos y con cuántas galeras. Y porque en semejante caso era imposible dar instrucción determinada y orden expresa de lo que había de poner en obra, pues para la resolución se había de acordar y efectuar según la necesidad y ocasión preferente, remití el orden a la prudencia y dirección del dicho marqués, que sabría bien conocer si el enemigo tendría galeras de socorro y cuántas serían... “
En el transcurso del combate acudió primero Bazán a reforzar el ala izquierda, donde los venecianos estaban en situación muy comprometida. Después acudió a reforzar el centro, pudiendo meter doscientos soldados, de refuerzo, en la galera Real, que estaba aferrada (véase entrada o entrega V) con la capitana de los turcos y convertida a la sazón en campo de batalla flotante. Llegó Bazán  a tiempo para represar (recobrar la embarcación que había sido apresada) a la capitana de Malta que ya se llevaba a remolque, y a la de Juan de Cardona a la que acosaban ocho enemigas; “allí donde la balanza se inclinaba a favor del estandarte de Mahoma, allí aparecía el marqués y con el peso de su espada lo hacía bajar hasta el abismo”.
En 1573 fue también Bazán  el auxiliar más eficaz de Juan de Austria en la expedición  a Túnez, base principal de los piratas y corsarios africanos, que se llevó a cabo con 207 barcos y 21000 hombres de desembarco. Las naves quedaron fondeadas al amparo del puerto de La Goleta, que mantenía por parte de España una guarnición mandada por Pedro Portacarrero. Don Juan desembarcó con las tropas, estableciendo el campo en el cercano lugar de Diana; por su orden, Bazán salió de allí y se dirigió con 3000 soldados contra Túnez, en fulminante avance, tan resuelto que los de la plaza, no bien apareció, la abandonaron, dejando abundante botín. El rey le dio por ello directamente las gracias: “A vos os agradezco el cuidado y diligencia con que habéis asistido a mi hermano en lo que os ha recomendado”.
En el año siguiente, con ocasión de estar amenazada Túnez por los turcos y no haber fondos para movilizar los barcos con que acudir a defenderlos, tuvo Bazán el generoso gesto de dar todos sus fondos disponibles, 80000 ducados la espera, cerca de los lugares amenazados del sur de Italia. Llevó a Malta 3000 infantes, artillería y víveres. Al regreso de aquella isla recibió orden de cruzar ante las costas de Sicilia, Calabria y Berbería y limpiar de corsarios sus aguas, así como destruir en Bizerta un fuerte que construían los moros. Al renunciar los turcos a su ataque, Bazán pudo disponer de sus fuerzas para desembarcar, cerca de Trípoli, en la isla de Kerkenah, otro de los nidos de los piratas africanos. Llegó el marqués con 40 galeras propias y cinco más que recogió de las de Malta, y desembarcó 5000 infantes y50 caballos.     
A fines de 1576 fue nombrado capitán general de las galeras de España. Hasta 1578 no pudo tomar posesión de su nuevo mando, llegando primero a Barcelona y luego a Cartagena, donde organizó las naves y su apostadero. Con sus nuevas fuerzas llevó a cabo los socorros a Orán, al Peñón de Vélez y a Melilla. Después de la derrota de Alcazarquivir, donde pereció el rey Sebastián de Portugal, Bazán es encargado de rescatar a los prisioneros portugueses y socorrer a Ceuta, saliendo para ello de Gibraltar con 30 galeras.
Mientras esto ocurría, acaeció la muerte del anciano cardenal Enrique de Portugal, quedando Felipe II como heredero de la corona de este reino, alzándose contra sus derechos Antonio, prior de Ocrato. Empezada la campaña de Portugal y en apoyo del ejército del duque de Alba, Bazán zarpa de Cádiz con 56 galeras y 48 naves, y a va Cascaes, donde entra en contacto con Alba.
En enero de 1582 es nombrado capitán general de la armada para las islas Terceras. Francia e Inglaterra, envidiosas del poder de Felipe II, protegían al bastardo pretendiente, que en compensación de su ayuda ofrecía a Francia la isla Madeira, Guinea, Brasil y el derecho al comercio en las islas Orientales. De Nantes salió una armada francesa con dirección a la isla de San Miguel de las Azores; la mandaba Philippe Strozzi, hijo del mariscal de Francia Pierre Strozzi, y llevaba muchos caballeros de la nobleza entre ellos el conde Beaumont, general de las fuerzas de desembarco. El rey dio orden a Bazán de salir prontamente sin esperar las fuerzas de Andalucía, por lo que el marqués salió de Lisboa (julio de 1582) con sólo 28 naves y 5 pataches, comprendidas en ellas las 14 naves que de Guipúzcoa había traído el general Miguel de Oquendo. En el encuentro, la escuadra francesa fue destruida. Bazán fue recibido en Lisboa con grandes honores y se le honró con la encomienda mayor de León y la Cruz de Santiago. En fecha de 26.7.1583, aniversario de la victoria naval de la isla de San Miguel, tuvo lugar el ataque a la isla Tercera, que seguía partidaria de Antonio de Ocrato y a la que los franceses habían mandado una escuadra. Después de sangrientos combates, Bazán ocupa Angra, San Jorge Fayal del Pico y las islas Graciosa y del Cuervo. A su vuelta a la Península recibió el marqués, escrito por el mismo rey, el testimonio de agradecimiento, y cuando se presentó en la corte le mandó cubrirse como grande de España, siendo nombrado además capitán general del Mar Océano y de la Gente de Guerra del reino de Portugal.


La próxima entrada o entrega será la última sobre don Álvaro de Bazán.

VELAS Y VIENTOS, VIENTOS Y VELAS (XXII)

¿Recordáis? Dejábamos a Álvaro de Bazán rezagado en el Peñón, con siete galeras de su mando. Reunida después la flota en Málaga, García de Toledo propuso la  inutilización de otro de los nidos de piratas de la costa norteafricana: la desembocadura del río Martín. Se encargó de la operación a Bazán, y empezaron los preparativos en noviembre (1564). La llevó a cabo con 5 galeras, 6 bergantines y 4 carabelas de las llamadas de Conna (muy apropiadas para cegar ríos con su carga de cantería, cal y arena), una galeota y 3 chalupas. Partió de Ceuta, de noche, y con objeto de efectuar una maniobra de diversión, consiguió que su gobernador portugués atacase antes del amanecer a una torre a legua y media de Tetuán. Echó también Bazán alguna gente a tierra, dejando para recogerla varios bergantines. Con gran exposición por su parte, dirigió la formación del barraje, teniendo que sondar el río para ver dónde había de hundir las carabelas. Mientras esto se llevaba a efecto, Alonso, su hermano, con sus cuatrocientos tiradores, escaramuceaba contra los moros, causándoles más de 100 muertos y haciéndoles creer con dicho golpe de mano que se trataba de un desembarco en vez de cegar el surgidero. En éste quedaron embotellados doce fustas y bergantines, moros y turcos. Fue de tanto más mérito esta operación ya que los moros estaban alertados de que algo se iba a hacer contra ellos, por unos barcos ingleses que avisaron de los aprestos al xerife de Larache, que a su vez el mando de las galeras berberiscos contra los cristianos, atacando a la isla de Malta con más de 200 galeras y desembarcando en ella 30000 hombres mandados por Piali Bajá y Mustafá. Se encargó del socorro a García de Toledo, que reunió el consejo de sus capitanes para determinar qué era lo que convenía hacer. Bazán propuso escoger las 60 mejores galeras reforzándolas con los remeros de las que se quedasen, y que se embarcasen en ellas nueve o diez mil hombres, llevando cada uno un saco de pan de 60 libras, con lo que tendrían víveres para 15 días, contando que carne no faltaría en la isla y confiando que los turcos no osarían aguardarles. Como se opusieran algunos del consejo, considerando el plan como muy atrevido, contestó Bazán: “En todas las empresas, después que se han pesado bien las circunstancias, hay que dejar algo a la fortuna”. Finalmente, al saberse que la situación en Malta era muy crítica, se aceptó su plan. (“¡¡Malta!! ¡¡Malta!!”, gritaron; “El faro de Malta”. Duque de Rivas). En el puerto maltés de Malaca desembarcaron 11000 hombres, en su mayoría de infantería española veterana. García de Toledo volvió con presteza a Siracusa a recoger otros 4000 infantes de refuerzo. Los turcos, creyendo que los efectivos desembarcados por los cristianos eran mayores, reembarcaron; pero al informarse de la verdad, volvieron a desembarcar, siendo derrotados y perseguidos por los españoles hasta dentro del agua, quedando de este modo libertados los caballeros de Malta. En 1568 se dio a Bazán el mando de las galeras de Nápoles, limpiando con ellas de corsarios las aguas de aquel reino y del de Sicilia. Organizó la construcción naval, hasta tal punto, que llegó a rivalizar con la famosa de Génova y, en menos de un año, llegó a botar 38 galeras. Durante el ejercicio de este mando socorrió con sus naves al fuerte de la Goleta, que estaba en situación crítica, apresando de camino a dos bajeles turcos. También tomó parte en la represión de la revuelta de los moriscos, bloqueando las costas de Granada y evitando que aquéllos recibiesen socorros por mar, mientras Juan de Austria los combatía por tierra.
Con fecha 12.10.1569 el rey concedía a Bazán el título de marqués de Santa Cruz en premio a sus servicios. Al año siguiente, Selim II amenaza Chipre, y Venecia pide
 ayuda a Pío V y a Felipe II. La reacción de la cristiandad no se hizo esperar, formándose la Santa Liga, entre el Sumo Pontífice, España, con sus reinos de Italia, y Venecia, dándose el mando general de la formidable escuadra a Juan de Austria. Bazán fue uno de los principales consejeros que se dieron al generalísimo para asesorarle en las cosas de mar. El marqués opinaba que debía acudirse prontamente a socorrer a Chipre, y el no aceptarse su dictamen trajo consigo la triste suerte de Nicosia.

La batalla de Lepanto, el gran choque entre Oriente y Occidente, la dejamos para otra ocasión. Tiene tela. Tela marinera, claro...