El inefable Capitán Tajamar, el
arcaísmo viviente, desengañado, me dijo también aquella noche en un tono reflexivo
como si estuviera hablando consigo mismo: “Sólo sobreviven los más aptos a la
deslealtad”. Y se quedó un buen rato callado. Hasta que, al fin, volvió a
hablar. Y dijo: “Callando es como se aprende a escuchar. Escuchando es como se
aprende a hablar. Y hablando es como se aprende a callar”. Había nacido, según me confesó, en Pasajes.
Cuando le dije que allí también había nacido Blas de Lezo, me contestó “Sí,
como el gran almirante, héroe de Cartagena de Indias. ¡Cuánto daría yo por ser
como él!”
La biografía del gran marino español es amplia y extensa. Veamos. Blas de Lezo se
educó en un colegio de Francia y salió de él en 1701, para embarcar en la
escuadra francesa, como guardiamarina. Luis XIV había ordenado que hubiese el
mayor intercambio posible, de oficiales, entre los ejércitos y las escuadras de
España y Francia, así como también fueran comunes las recompensas. De este modo
vemos al joven Lezo, a la temprana edad de 17 años, embarcado de guardiamarina,
en el año 1704, en la escuadra del conde de Toulouse, gran almirante de
Francia, con ocasión en que cruzaba frente a Vélez-Málaga (agosto 1704), y reñía un combate
contra otra angloholandesa, primera acción de armas en que participaba. La
escuadra francesa había salido de Tolón y en Málaga se habían unido algunas
galeras españolas mandadas por el conde de Fuencalada, única fuerza disponible.
Se componía pues la escuadra francoespañola de 51 navíos de línea, 6 fragatas,
8 brulotes, y 12 galeras, sumando un total de 3577 cañones y 24 277 hombres. La
escuadra angloholandesa mandada por el almirante Rooke estaba compuesta por 53
navíos de línea, seis fragatas, pataches y brulotes con un total de 3614
cañones y 22 543 hombres. Fue tan empeñada la lucha que los de uno y otro bando
quedaron muy maltratados, atribuyéndose ambos la victoria. No hubo navíos
rendidos ni echados a pique, pero sí muchos daños en cascos y aparejos. Tuvo la
escuadra francoespañola 3048 bajas,
entre ellos dos almirantes muertos y tres heridos, uno de éstos el general en
jefe conde de Toulouse. Las de los angloholandeses fueron 2719 bajas, de ellos dos
altos jefes muertos y cinco heridos. Afortunadamente para los angloholandeses,
no volvió a trabarse la batalla, pues estaban muy escasos de municiones. Lezo
se distinguió en la acción por su intrepidez y serenidad; la tuvo en tal grado
que habiéndosele llevado la pierna izquierda una bala de cañón, siguió con
gran estoicismo en su puesto de combate,
mereciendo el elogio del gran almirante francés. Por su comportamiento, fue
Lezo ascendido a alférez de navío. Siguió su servicio a bordo de diferentes buques,
tomando parte en las operaciones que tuvieron lugar para socorrer las plazas de
Peñíscola y Palermo, en el ataque al navío inglés Resolution de 70 cañones, que terminó con la quema de éste, así
como en el apresamiento de dos navíos enemigos que fueron conducidos a Pasajes
y a Bayona. Ascendido a teniente de navío fue destinado a Tolón y allí combatió
en el ataque que en dicha plaza y puerto dio el duque de Saboya, en 1707. Lezo
se batió con su acostumbrado denuedo en la defensa del castillo de Santa Catalina
perdiendo en esta acción su ojo izquierdo.
Con ocasión de los aprovisionamientos al ejército con que
Felipe V cercaba por tierra a Barcelona, se dio a Lezo el mando de alguno de
los convoyes de municiones y pertrechos de guerra que se le enviaban desde
Francia. Burló la vigilancia de los barcos aliados angloholandeses, que
apoyaban por mar al archiduque Carlos. En cierta ocasión, cercado por todos
lados, tuvo que recurrir, para pasar, al heroico medio de prender fuego a parte
de sus barcos para penetrar a través del incendio abriéndose paso, al propio
tiempo, a cañonazos. A los seis años de servicio y 23 de edad, fue ascendido a
capitán de fragata y mandando una en la escuadra de Andrés del Pez, llegó a
hacer once presas, la menor de 20 cañones, y una de ellas la del navío inglés Stanhope, recibiendo nuevas heridas en
este combate. Ascendió a capitán de navío en 1712, y al año siguiente tomó
parte en las operaciones en el segundo ataque a Barcelona, cercada por tierra
por el duque de Berwick, teniendo varios encuentros con el enemigo, en uno de
los cuales recibió otra herida que le dejó inútil del brazo derecho. En 1714,
también en la escuadra de Andrés del Pez, pasó a Génova para traer a España a
la reina Isabel de Farnesio; pero, al resolver venir por tierra la reina,
regresó la escuadra y se preparó para la expedición de recobro de Mallorca, que
tuvo lugar al siguiente año, 1715, tomando parte en ella el buque de Lezo y
seis navíos más, con diez fragatas, dos saetías, seis galeras y dos galeotas;
todas estas fuerzas al mando del gobernador general de la armada Pedro
Gutiérrez de los Ríos, conde de Fernán Núñez. Apenas desembarcaron los diez mil
hombres, que llevaba la escuadra en los
transportes, los mallorquines se sometieron a Felipe V.
En 1716, mandando Lezo
el navío Lanfranco, se
incorporó éste a la escuadra del general Chacón, destinada a recoger la plata y
a auxiliar a los galeones perdidos en el canal de Bahama. Poco después, se
agregó a dicho navío una escuadra destinada a los mares del Sur, a cargo de los
generales Bartolomé de Urdinzu y Juan
Nicolás Martínez. Con el Lanfranco iban
el Conquistador, el Triunfante y la Peregrina. Tenían como objetivo la limpieza de corsarios, piratas y
de buques extranjeros que, haciendo un comercio ilícito, perjudicaba
grandemente a la hacienda española. Después de siete años de este servicio,
recayó, al fin en Lezo, el mando de esas
fuerzas navales del mar del Sur el 16.2.1723, capturando seis navíos de
guerra, por un valor, sólo de su carga,
de 3 000 000 de pesos; tres de ellos se agregaron a la armada real. Durante
este período realiza Lezo numerosas salidas en las que sostiene combates,
limpiando las aguas de Chile y Perú de corsarios enemigos. Permaneció en los
mares del Sur hasta el año 1730 en que fue llamado a España por orden del rey.
La corte estaba en Sevilla y allí se dirigió Lezo para informarle de todas las
vicisitudes de su último mando. Obtuvo
la aprobación real y, como recompensa a sus valiosos servicios, fue promovido a
jefe de escuadra. Permaneció en el departamento de Cádiz hasta el 3.11.1731, en
que embarcó en una de 18 navíos de línea, 5 fragatas y 2 avisos, mandada por el
marqués de Mari, destinada al Mediterráneo, para asistir al infante don Carlos
en las dificultades que pudieran surgirle en su toma de posesión de los estados
de Italia, a la muerte del duque de Parma, Antonio Farnesio (20.1.1731).
Existen cartas firmadas por el conde de Santi-Esteban en que, por orden de S.A.
Real, se expresa la satisfacción que causaron los buenos servicios del general
Lezo.
Seguiré estudiando, analizando y considerando los legajos y
las documentaciones y os pondré al corriente de más episodios de Blas de Lezo…