sábado, 14 de noviembre de 2009

Nuevas notas musicales (y II)

(Con esta segunda y última entrega, llegamos a la estación tèrmini de la glosa de “Las cuatro estaciones”, de Vivaldi. Arrivederci, Roma: Arrivederci Feste di Roma, Fontane di Roma, Pini di Roma...)

Concierto núm. 3 “El otoño”: En esta tercera obra, tal vez la más agradable del conjunto, se ha disipado por completo el clima del concierto anterior. Escrito en fa mayor, se inicia con un brillante allegro que representa los cantos y danzas de los campesinos a que alude el tercer soneto vivaldiano (“Celebra el campesino con bailes y cantos/ el placer de la buena cosecha”). Los pasajes descendentes del violín solista pueden sugerir en cierto modo los efectos del vino que se bebe en la celebración.
En el segundo movimiento, el compositor indicó explicitamente que se trataba de la descripción de la embriaguez (adagio molto, ubriachi dormienti): el clave aparece nítidamente con arpegios acompañados por la cuerda en sordina.
El último movimiento entra casi sin advertirlo y nos propone una melodía poderosa y rítmica que sugiere, como indica el soneto, una escena de caza como tema del rondo. El violín solista muchas veces intercala sus figuraciones con dobles cuerdas, pero el ritornello va apareciendo implacable y lo hará hasta seis veces, poniendo fin al concierto de modo solemne.
Concierto núm. 4 “El invierno”: También este concierto se sale de las normas en cuanto a su estructura. Está escrito en fa menor y se inicia con unos acordes que sugieren un temblor causado por el frío, Por ello, las cuerdas se sacuden con comentarios en los que los contrabajos, por una vez, tienen una parte independiente, algo muy infrecuente en la época. El violín solista describe con todo lujo de arabescos el aire glacial que sopla y que causa el temblor poderoso e incontenible de toda cuerda de la formación instrumental.
En el segundo movimiento se describe la paz de un interior doméstico cálido y confortable mientras en el exterior la lluvia moja a los caminantes que por temor al hielo tienen que andar con tiento. El violín canta una deliciosa melodía al inicio que tiene un carácter casi amoroso, sobrepuesto a un suave pizzicato de la cuerda, creando una imagen lírica que figura entre las grandes páginas de la historia de la música.
El último movimiento es altamente descriptivo. El violín solista nos sugiere el viento insidioso que se cuela por las rendijas. Se ha aludido a los efectos de “patinaje” que los violines sugieren y que describen los resbalones que se citan también en el poema. No cejan los vientos en su lucha y se reproduce por un momento el clima de tempestad que ya hemos oído en los anteriores conciertos hasta que concluye éste con un solemne acorde.

Y hasta aquí hemos llegado: ¡Viva... Vivaldi!

martes, 10 de noviembre de 2009

Nuevas notas musicales (I)

El lema, en Lingüística, es cada una de las palabras que se definen en un diccionario o enciclopedia. El lema pereza tiene como indicadores de construcción los verbos tener, dar, sacudir y vencer. Pereza es, por ejemplo, falta de ganas de moverse. Se oye decir: “En verano todos tenemos pereza”. Y también, falta de voluntad para trabajar: “Tiene el negocio abandonado por pereza”. Y aún, falta de ánimo o impulso para hacer cierta cosa: “Me da mucha pereza ponerme a escribir algo en el ordenador”.
Todo este introito viene a cuento porque se me está reprochando (cariñosamente, eso sí) que en estos últimos tiempos estoy de un perezoso subido, que no escribo ninguna carta o misiva desde mi piorno (hórreo); yo lo achaco al cambio de estación, del verano al otoño, para algunos la estación más noble, que nos produce cierta melancolía en el ánimo, cierto abatimiento en el espíritu. Y yo no soy Vivaldi para musicar, para ponerle música, a le quattro stagioni: la primavera, l’estate, l’autunno, l’inverno...
Por cierto: Vivaldi, como tantos otros compositores de su tiempo, tenía la noción de que la música era un arte muy poco adecuado para pintar la naturaleza como las restantes artes, y trataron con frecuencia de paliar este hecho, que a él y a su generación parecía una grave inferioridad de la música respecto a las artes visuales.
Y, ahora que lo pienso... ¿Y si nos adentramos un poco en Vivaldi y en sus cuatro conciertos más conocidos por el gran público? ¿Os parece bien? Pues, vamos allá...

El concierto núm. 1, “La primavera”, está escrito en mi mayor y, como en los restantes, su esquema es tripartito, con movimientos rápidos en los extremos y uno lento en el centro. Los rápidos tienen forma de rondo, como era habitual en Vivaldi, siendo el tema del rondo o ritornello un pasaje orquestal que puede aparecer por entero o fragmentado. Terminada la presentación, van intercalándose en las sucesivas apariciones de esta idea algunos pasajes en los que el violín solista puede demostrar su virtuosismo, girando en torno de una parecida idea rítmica y melódica durante un cierto espacio de tiempo. En el primer pasaje se oye una imitación del gorjear de un pájaro, como no podía ser menos, siguiendo la alusión del poema, y en el tercero aparece el eco de una tempestad instrumental.
El movimiento lento describe el sueño del cabrero. La línea del bajo pasa a las violas, los violines en sordina mecen al pastor y el violín solista entona una dulce melodía en do sostenido menor.
El tercer movimiento lo forma una alegre danza de aspecto pastoril, que nos permite imaginar a ninfas y pastores bajo la luz alegre y brillante del sol de Italia. El solista tiene muchos pasajes de considerable dificultad antes de que el movimiento concluya con el conjunto instrumental.
El concierto núm. 2, “El verano”, dividido como los demás en tres movimientos, está escrito en sol mayor. Aunque el primer movimiento, allegro non molto, fue escrito en forma de rondo el tema principal sólo aparece tres veces, y nos deja entrever el efecto del calor, por ser más lento del usual.
El violín solista ataca un tema nervioso que parece reproducir el canto de un pájaro: el cuclillo. En algunos pasajes el conjunto instrumental nos indica que sopla un viento amenazador que nos prepara para la tempestad del movimiento final.
Éste, que está subdividido en distintos pasajes, tiene una forma más libre de lo normal y empieza con un pasaje para el violín solo que sugiere el calor agobiante, mientras las cuerdas bajas van anunciando de vez en cuando unos truenos que se acercan. Este último movimiento es un presto con la indicación de “tempo impetuoso” para indicar el desencadenamiento de la tempestad. Las escalas descendentes de la orquesta y los comentarios de la cuerda baja nos indican el estallido de los elementos, y los violines nos describen los vientos.


(Continuará)