viernes, 20 de agosto de 2010

MAS COLORES ROJOS

De colores se visten los campos en la primavera... Es la letra de una canción. ¿Recordáis? Hace días hablaba yo de los distintos matices que puede tener el color rojo pero sin agotar toda la relación; hoy, como prometía en la anterior entrada, voy a dar término al trabajo.
Y empezamos con sobermejo. Que quiere decir bermejo oscuro. Y continuamos con aloque. Que quiere decir de color rojo claro; suele aplicarse especialmente al vino: “Franco fue, Inés, este toque,/ pero arrójame la bota;/ vale un florín cada gota/ de aqueste vinillo aloque”. (Baltasar del Alcázar (1530-1606). “Una cena”. Dejamos aloque y llegamos a rosillo. Rosillo, diminutivo de roso, quiere decir rojo claro. Y de rosillo a rosmarino. Que quiere decir, como aloque y rosillo, rojo claro, también. ¿Y qué quiere decir rúbeo? Pues rúbeo quiere decir que tira a rojo. ¿Y rubicundo? Rubicundo quiere decir de color rubio que tira a rojo. ¿Adivináis lo que quiere decir rubescente? También de color que tira a rojo. ¿Y róseo y rosado? De color de rosa, claro. ¿Y rosáceo? De color parecido al de la rosa. Sonrosado también quiere decir de color de rosa. ¿Royo y rufo? El primero quiere decir rubio, rojo; el segundo rubio, rojo o bermejo. ¿Cobrizo? ¿Acobrado? ¿Encobrado? ¿Cobreño? De color de aluminio, digo, de color de cobre...
Aberenjenado quiere decir de color o figura de berenjena. Rojo alambrado quiere decir de color encendido de brasa. Y para terminar infrarrojo y ultrarrojo. Aplicado al primero se dice de los rayos del espectro luminoso que se hallan más allá del rojo y que no son visibles; ultrarrojo nos remite a infrarrojo.
Se acabó la cadena del color rojo. O la letanía. O la lista. O la sarta o la serie o la ristra...

LA ROSA

Rosa, rosam, rosae. Rosa est pulchra. La rosa es bella. Yo diría que bellísima. Pulquérrima. Collige, virgo, rosas (recoge, muchacha, las rosas), es el primer verso de un poema de Ausonio, muy relacionado con el tema clásico del carpe diem . El motivo de la rosa, que es preciso cortar antes que se marchite, es una imagen de la brevedad de la vida que aparece ya en la poesía de Anacreonte.
La rosa es, quizás, la flor por antonomasia. La rosa es una de las flores más apreciadas, por su belleza, colorido y aroma, por lo que se cultiva desde muy antiguo. La rosa, de la que existen numerosas variedades y cultivos de muy diverso tamaño y configuración, fundamentalmente se utiliza como flor cortada, pero también se planta para adorno de los jardines. Su esencia es utilizada en perfumería para la obtención de agua de rosas y de diversos perfumes. La rosa heráldica es la de cinco pétalos. Puede ser botonada o puntada, si su centro o sus sépalos son, respectivamente, de un esmalte particular; si aparecen dos rosas concéntricas se denomina rosa doble.


Lo de la rosa doble me trae a la memoria, por asociación de ideas, como es bien sabido, que hubo una llamada Guerra de las Dos Rosas. Guerra civil (1455-87) que opuso a dos ramas de los Plantagenet, los York (rosa blanca) y los Lancaster (rosa roja) por el trono de Inglaterra. A mediados del siglo XV Ricardo, duque de York, se convirtió en jefe de la oposición contra la facción que dirigía el gobierno del débil Enrique VI de Lancaster. Los York se ganaron el apoyo de un gran sector de la nobleza a causa de la corrupción de la corte y los fracasos de la casa de Lancaster en la Guerra de los Cien Años. Ricardo acudió a las armas y venció a los Lancaster en Saint Albans (1455) y en Northampton (1460). Entre los dos partidos se llegó a un acuerdo por el cual Enrique VI permanecería como rey y el de York era designado sucesor. La reina Margarita, cuyo hijo había sido desheredado, levantó un ejército y derrotó a los York en Wakefield, donde murió Ricardo. Los derechos de la casa de York fueron heredados por el hijo de éste, Eduardo, que derrotó a los Lancaster en Mortimer`s Cross (1461). Eduardo subió al trono como Eduardo IV y obtuvo nuevas victorias en Towton (1461), Hexham (1464), Barnet y Tewkesbury (1471). Después de 12 años relativamente pacíficos, Eduardo IV fue sucedido por su hijo Eduardo V, todavía niño, que fue asesinado (1483) por su tío, Ricardo de Gloucester, el cual usurpó el trono como Ricardo III. Su absolutismo sanguinario hundió la causa de los York, que perdió el apoyo nobiliario. Enrique Tudor (Enrique VII), último de los Lancaster, le derrotó en Bosworth (1485), y por su boda con la hija de Eduardo IV, Elisabeth, unió las casas de Lancaster y de York. La guerra debilitó al feudalismo y reforzó el autoritarismo monárquico.
Y, ya puestos, después de lo histórico, rememoremos también algo musical: El Caballero de la Rosa, op. 59 (“Der Rosenkavalier”) es una ópera en tres actos de Richard Strauss, con libreto de Hugo von Hofmannsthal, estrenada en la Hofoper de Dresde, el 26 de enero de 1911. La acción se desarrolla en los tiempos de la emperatriz María Teresa de Austria. En una habitación íntima de la duquesa Wandenberg, conocida con el sobrenombre de la Mariscala, se entregan a un candoroso idilio la dama y el joven Octavian, quien le declara su amor con apasionadas frases. En tal circunstancia son sorprendidos por la llegada del barón Ochs de Lerchenau, dando apenas tiempo al galán para sustraerse a su vista y escapar vestido con las ropas de una doncella del servicio ducal. El barón, personaje rústico, pese a su alcurnia, se comporta groseramente con el joven. Seguidamente expone el motivo de su visita, participando su próximo enlace matrimonial con Sofía de Faninal y pidiendo a la Mariscala designe a la persona que, según la tradicional costumbre de aquellos tiempos, presente a la novia el mensaje nupcial y le ofrezca la simbólica rosa de plata, como signo de matrimonio. Queda decidido que sea Octavian el encargado de tal misión...
“Del rosal vengo, mi madre,/ vengo del rosale./ A riberas de aquel vado/ viera estar rosal granado:/ vengo del rosale./ A riberas de aquel río/ viera estar rosal florido:/ vengo del rosale./ Viera estar rosal florido,/ cogí rosas con sospiro:/ vengo del rosale./ Del rosal vengo, mi madre,/ vengo del rosale”.
No la toques ya más,/ ¡que así es la rosa!
Esta entrada se la dedico a todas las rosas que en el mundo son porque, como dijo Bécquer, mientras exista una mujer hermosa, ¡habrá poesía!

viernes, 13 de agosto de 2010

TRISTÁN E ISOLDA

(Tristan und Isolde)

Wagner interrumpió su Tetralogía para escribir Tristan und Isolde, drama musical en tres actos (con libreto del propio Wagner), cuya partitura acabó en Lucerna el 6 de agosto de 1859. En 1863, después de setenta y siete ensayos, la obra fue declarada en Viena “irrepresentable”; sólo cuando Wagner pudo contar con la protección de Luis II de Baviera y la colaboración del tenor Schnorr von Carolsfeld, fue posible llevar la ópera a la escena. Fue estrenada en Munich el 10 de junio de 1865, bajo la dirección de Hans von Bülow, y recibió una acogida entusiasta por parte del público.
ACTO I
Tristán, sobrino y heredero del anciano rey Marke, salió a luchar contra los irlandeses. En singular combate venció y dio muerte a su caudillo Morold, a quien Isolda amaba, cuya cabeza envió luego al soberano del país. Pero el arma envenenada de Morold había herido también a Tristán y esa herida no podía ser curada sino con un bálsamo que poseía la madre de Isolda, por lo que el héroe se presentó, bajo el nombre de Tantris, a Isolda, la hija del monarca irlandés, célebre por sus aptitudes médicas. Un fragmento de la espada de Morold que había quedado en la herida de su adversario revela a Isolda la personalidad del paciente. Y cuando se dispone a vengar la muerte de su prometido, su mirada se encuentra con la del héroe indefenso: renuncia a la venganza, cura su herida y Tristán vuelve a su patria.Tal es la historia que Isolda ha contado a su doncella Brangane en el camarote real del velero que la conduce a Cornualles en calidad de prometida del viejo rey Marke. Tristán gobierna el barco, atento al timón; a sus pies su fiel servidor Kurwenal. Isolda, desesperada, ofendida en su amor, quiere la única reparación susceptible de borrar la afrenta: servir a Tristán el brebaje mortal que ha sacado de una arqueta y que Brangane ofrecerá a su ofensor a una señal convenida. Pero la fiel doncella, en vez de la pócima mortal, le sirve un brebaje amoroso, del cual bebe también Isolda, ansiosa de dejar una existencia mísera y triste y de no sobrevivir a quien, en el fondo de su alma, ama ardientemente. Tristán, que se halla en el mismo caso, acepta gozoso una muerte que será una liberación. Pero el filtro amoroso condenará a ambos a seguir viviendo, devorados por una pasión imposible e inextinguible.


ACTO II
La noche, fiel guardián de su amor, reunirá a los enamorados. Isolda, cuando ya ha partido su esposo con los cazadores, apaga la antorcha; es la señal convenida. Acude Tristán y en apasionado coloquio aguardan los dos la llegada del día, bajo la vigilancia de la fiel Brangane. Pero Melot, el falso amigo, les ha tendido una celada y Marke sorprende a los amantes. Tristán no trata de huir, sino que desea la muerte, y al no defenderse recibe una herida mortal.

ACTO III
Kurwenal ha llevado a su señor al derruido castillo de su padre. Allí, fija la mirada en el océano, reposa el héroe moribundo, suspirando por Isolda, en cuya busca mandó Kurwenal un mensajero. El caramillo de un pastor deberá anunciar la llegada del barco. Al fin es avistada una vela; Tristán reúne todas sus fuerzas para recibir a la amada y cae muerto en el momento en que ella le estrechaba entre sus brazos. Marke, piadoso, se presenta dispuesto a perdonar, pero ya es tarde y sólo puede presenciar la muerte de Isolda.

El preludio, construido sobre varios de los principales temas en que luego se desarrollará el drama, viene introducido por la presentación del tema de la confesión, cuyo cromatismo manifiesto es un presagio de la técnica que va a imperar en toda la partitura. La elocuente combinación de los momentos líricos con la explosión orquestal, junto a la omnipresencia del tema de la mirada, motivo principal del primer acto, es un ejemplo del arrobamiento de la partitura del drama.
Momentos célebres de esta ópera, además de su preludio, el dúo de amor del segundo, el preludio que inicia el tercero, la agonía de Tristán y la archifamosa muerte de Isolda.
Uno de los momentos culminantes de Tristán e Isolda es el encuentro amoroso, minuciosamente pintado por Wagner; unos breves momentos a cargo de la cuerda describen el tema de la impaciencia que desemboca en el clímax del encuentro. El diálogo se vuelve entonces breve y acelerado sobre una orquestación que insiste en el mismo tema. Ambos protagonistas cantan a dúo, mientras los violines establecen el necesario lirismo con sus notas mantenidas en el registro alto. Es el momento más arrebatador de la escena, que cuenta con el apoyo del arma y la delicada intervención de la cuerda y el viento para crear el ambiente propicio de amor. Éste reaparece en el dúo hacia el final, en esta ocasión sobre el tema de la felicidad, que conduce la escena hacia el clímax. Por dos veces se intercala en esta escena, desde fuera del escenario, la voz de advertencia de Brangane, vigilando, preocupada, que nadie descubre a los amantes, con frases de excepcional belleza.



ROMANCE ANÓNIMO
(Siglo XV)

Ferido está Don Tristán/ de una muy mala lanzada./ Diérasela el rey su tío/ que celoso dél estaba./ El fierro tiene en el cuerpo,/ de guerra el tiembla el asta./ Valo a ver la reina Iseo/ por la su desdicha mala./ Júntanse boca con boca/ como palomillas mansas./ Llora el uno, llora el otro,/ la cama, bañan en agua./ Allí nace un arboledo/ que azucena se llamaba,/ cualquier mujer que la come/ luego se siente preñada./ Comióla la reina Iseo/ por la su desdicha mala.

viernes, 6 de agosto de 2010

COLORES

Estaba yo leyendo en una base de datos cuando me encontré con esta frase: De gustibus et coloribus non est disputandum. (De gustos y colores no se debe disputar). Frase proverbial atribuida a los escolásticos de la edad media y con la que se daba a entender que en cuestión de gustos toda persona es libre de tener los suyos particulares. Y me dije: Quizás no se deba disputar, ni discutir, ni debatir; pero se puede hablar. De colores, digo. ¿Me permitís hablar de colores? Creo que sí...
Color es la cualidad de los objetos que les permite reflejar o dejar pasar ciertos rayos de la luz y absorber otros, produciendo así en la retina una sensación específica. Hay cinco colores heráldicos: gules=rojo, azur=azul, sable=negro, sínople=verde y púrpura=morado; seis colores litúrgicos y los siete en que se descompone la luz blanca.


Como el color rojo, La Roja, está de moda, podíamos empezar a hablar de este color.
Rojo... roso... rosa... Rojo quiere decir de color encarnado muy vivo; roso nos remite a rojo; rosa es el color parecido al de la rosa común; colorado da a entender que es de color rojo; encarnado es de color de carne; encendido es de color muy subido; carmesí se aplica al color de grana dado por el quermes animal; punzó se dice del color rojo muy vivo; brasilado, de color encarnado; abrasilado, del color del palo brasil; sangriento y sanguíneo, de color de sangre; ígneo, de color de fuego; alazán, se dice del color rojo, parecido al de la canela; aborrachado, de color encarnado muy encendido; encarnadino, encarnado bajo; rusiente, que está rojo o candente por la acción del calor; purpúreo, de color de púrpura; granate, es el color rojo obscuro; escarlata es el color carmesí, menos subido que el de la grana; coccíneo es igual que purpúreo; grancé es el color rojo que resulta de teñir los paños con la raíz de la rubia o granza; coralino, de coral o parecido a él; tinto, rojo obscuro; almagrado, de color de almagre; lacre, de color rojo; carmíneo, de color de carmín; carminoso, de color que tira a carmín; ardiente, de color rojo; rojeante, que rojea, que tira a rojo; rodeno, también nos remite a rojo; rojizo y rojal, que tira a rojo; bermejo, rubio rojizo; bermejizo, que tira a bermejo; bermejón, de color bermejo o que tira a él; bermejuelo nos remite a bermejo...
Después de esta retahíla, y como aún quedan en el tintero algunos colores más sinónimos de rojo, dejo el resto para lidiar otro día, con permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide... O los antitaurinos.

PARSIFAL

Ópera en tres actos, con música y texto de Richard Wagner, estrenada en Bayreuth, ciudad bávara a orillas del Main, sede de unos famosos festivales wagnerianos anuales.

ACTO I

Bosque a orillas de un lago en los dominios del santo Grial. Ningún remedio puede curar la herida de Amfortas. Según una profecía, solamente podrá salvarle un espíritu simple y puro de corazón, a quien la piedad haya hecho prudente y sabio. Entre gritos airados es atraído un cazador furtivo que, habiendo penetrado en el sagrado coto, acaba de matar un cisne; los caballeros exigen su pronto castigo. El cazador reconoce su falta y, dolorido, rompe su arco; es reconocido por Kundry, que sabe en detalle la vida del joven Parsifal. Gurnemanz cree ver en Parsifal el elegido para salvar a Amfortas y le invita a presenciar la ceremonia de la consagración del santo Grial para probarle. Al no obtener éxito, le expulsa.

ACTO II

Castillo de Klingsor. El mago, para conseguir la perdición del joven héroe, trata de servirse de Kundry. Parsifal inicia la lucha contra el maléfico poder de Klingsor y, en un lujuriante jardín mágico, Parsifal se ve asaltado por la tentación de las doncellas. Pero él sabe triunfar sobre la tentaciones carnales y recordando el santo Grial se dispone a huir. Kundry, le detiene para hablarle de su madre Herzeleid y despertar en Parsifal amorosos anhelos. Kundry le besa apasionadamente y despierta sus sentidos. Así nace también la comprensión, y se da cuenta del dolor de Amfortas, sintiendo deseos de contribuir a la curación de su vieja herida, Kundry, despechada al verse repudiada, maldice a Parsifal y pide a Klingsor que le mate; el mago arroja fieramente la lanza sagrada contra el joven caballero, mas el arma queda suspendida en el aire sobre la cabeza de Parsifal; éste la empuña y al trazar con ella el signo de la cruz el mágico jardín queda súbitamente destruido. Parsifal se aleja llamando a Kundry a la senda del bien.

ACTO III

Gurnemanz pide al cielo su muerte, desesperado ante la tragedia de Amfortas. Es el día de Viernes Santo y en él se espera que el santo Grial opere grandes maravillas. Un caballero se acerca entonces, vistiendo armadura negra y cubierto el rostro. Al levantar la visera, Gurnemanz reconoce en él a Parsifal, el salvador que vuelve. Tras ungir Gurnemanz al héroe y bautizar éste a Kundry, se encamina al castillo en que se guarda el Sagrado Cáliz. Allí, Parsifal, tocando la herida del rey con la lanza, logra instantáneamente una milagrosa curación, alza el cáliz resplandeciente y Kundry cae redimida a sus pies. Desde la altura desciende la Santa Paloma, que viene a posarse sobre la cabeza del héroe.

La obertura que sirve de umbral a esta grandiosa obra es un prodigio de instrumentación; comienza con el tema de la Santa Cena, cuyos acentos religiosos aparecen penetrados de tristeza y hallan eco en un coro angélico. La sensación de amargura se enlaza con los esperanzadores sones de un nuevo tema, el del santo Grial, que se mezclan con un tercero, evocador de la fe. Estos tres motivos centrales se hallan fundidos por una bellísima cadencia que Wagner recoge de la tradición de la primitiva litúrgica germánica.
El final del primer acto debe considerarse como una de las obras maestras de la música de todos los tiempos: la escena de la consagración del santo Grial, encendido canto que lleva al éxtasis. Acompañado del tañido de campanas y un coral solemne, constituye uno de los mejores momentos de la obra de Wagner.
Como pasaje descollante del segundo acto, se nos muestra el luminoso fondo orquestal que pinta las magnificencias y seducciones del jardín mágico de Klingsor, tal como se ofrecen a la mirada del joven Parsifal.
El bello preludio del tercer acto comenta las andanzas de Parsifal, siempre agobiado por el recuerdo de la maldición de Kundry y sediento de encontrar por fin el Montsalvat en que deberá depositar la lanza sagrada que lleva consigo. Especial mención merece la “Marcha fúnebre” del rey Titurel, que, no obstante alcanzar suma grandiosidad, no llega a igualar la de El ocaso de los dioses.
La escena final de esta imponente obra es un acabado modelo en su género, siendo decisiva la intervención de los coros. En este final se entrelazan maravillosamente los temas de la Santa Cena, el Grial, la fe y las campanas del templo.

PERCEVAL

Perceval ou Li contes del Graal, novela en verso de Chrétien de Troyes, escritor francés, (c. 1135-c.1183). Son escasísimas las noticias que se tienen sobre su vida. Se le ha intentado identificar con diferentes individuos llamados Chrétien y que vivieron en Troyes, la Augustobona de los romanos, en la misma época.


Perceval es la última obra de este poeta, que quedó inacabada. El héroe, a pesar del aislamiento al que le había sometido su madre para alejarle de la vida caballeresca, abraza la carrera de las armas, va al castillo del rey Artús y se inicia en las leyes de la caballería. En el curso de sus aventuras llega al misterioso castillo del rey Pescador y asiste a la procesión del Graal, pero no se atreve a pedir ninguna explicación sobre la extraña ceremonia, que, no obstante, le obsesiona. Diversas advertencias le llevan a comprender que su silencio le ha impedido llegar a la verdad, así como librar al rey Pescador de sus males. Aquí termina la narración de Chrétien de Troyes, pero Perceval reaparece en todas las obras que constituyen el ciclo del Graal. El poeta alemán Wolfram von Eschenbach, en su Parzival, dio un nuevo giro al tema: el héroe, tras el episodio del castillo, encuentra el estado de gracia en su visita a un ermitaño el día de Viernes Santo, pudiendo así liberar al rey Pescador. Fue el poema de Eschenbach el que inspiró a Richard Wagner en su Parsifal.