jueves, 23 de julio de 2009

Los Argonautas

Segunda singladura: Amanece, que no es poco. Es una mañana hermosa, despejada, bonancible...“Noche de estío./ Aún perdura la tarde, ¡y he aquí el alba!/ ¿En qué nube la luna/ ha encontrado reposo?” En cubierta, nos acaricia una brisa suave y apacible... Se dan las últimas órdenes para salir de la dársena... Las velas y los mástiles, las jarcias y los obenques están preparados para la segunda singladura... Levamos anclas y nos hacemos a la vela. Hay que engolfarse (por favor, no penséis mal; engolfarse, en términos marineros, quiere decir entrar muy adentro del mar). Hay que hacer rumbo. Surge la disyuntiva: ¿Qué rumbo tomamos? ¿Qué derrota seguimos? ¿Oesnoroeste?¿Oessudoeste? ¡El ultramar con la ultratierra, el ultracielo! ¿Descubriremos la isla de la Comunicación, tan buscada por nosotros desde hace tantos años? ¿O será, ésta, como la de San Brandán, que aparecía y desaparecía del horizonte? “¡Quién hubiese tal ventura/ sobre las aguas del mar/ como hubo el conde Arnaldos/ la mañana de San Juan!” Lentamente, con ligero viento de proa, o de bolina, nos alejamos de la ría. Por la popa vemos, con morriña, que todo lo que más queremos va desapareciendo, se disipa, se desvanece... ¡A nosa ría! ¡A nosa terra! ¡A nosa xente! “Digas tú, el marinero/ que en las naves vivías,/ si la nave o la vela o la estrella/ es tan bella!” Adiós, Sanxenxo, adiós Silgar; adiós Portonovo, adiós Caneliñas... Adiós, vista dos meus ollos, non sei cando nos veremos...“Oh, sagrado mar de España;/ famosa playa serena...” La tripulación, la marinería, está acostumbrada, cuando hace falta, a proejar; a remar contra la corriente o contra el viento, porque no lleva, cautelosa, ni velas de mentiras, ni remos de lisonjas... “Aquí la envidia y mentira/ me tuvieron encerrado...
“Dos cosas hay que atraen más que ninguna otra la atención del humano espíritu, cautivándolo con profunda y siempre nueva admiración: la ley moral dentro de nosotros y el cielo estrellado sobre nosotros”. ¡Cuánta razón tenía Kant, Dios mío! En las guardias nocturnas, de serviola, “cuando contemplo el cielo/ de innumerables luces adornado” -la luna en el mar riela, en la lona gime el viento- flotando en olas de armonía y apoyando la cabeza en el ancla de la esperanza, yo me duermo/ sosegado/ arrullado/ por la mar...