viernes, 30 de julio de 2010

LOHENGRIN

Ópera en tres actos, con música y texto de Richard Wagner, estrenada en el Teatro de la Corte de Weimar, el 28 de agosto de 1850.

ACTO I
Una llanura a orillas del Escalda. Elsa, hija del difunto duque de Brabante, comparece ante el rey Enrique, acusada por su tutor, el conde Telramund, de la muerte de su hermano Godofredo, heredero de la corona ducal.Elsa se presenta, vindicando su inocencia. Luego cuenta que, hallándose un día rezando, se quedó dormida y vio en sueños a un caballero que, cubierto de una brillante armadura, acudía a consolarla y animarla. El relato enternece al rey, pero Telramund insiste en su acusación, declarándose listo para el “juicio de Dios”, luchando contra el noble que quiera erigirse en defensor de Elsa. La joven invoca entonces al caballero de su sueño, al cual ofrece su mano. Un heraldo conmina al campeón de la princesa a que se presente y, tras unos momentos de angustioso silencio, aparece, navegando por el río, una barquilla arrastrada por un cisne y ocupada por un apuesto caballero con armadura de plata. Es Lohengrin que, desembarcado y después de despedir al cisne, declara que viene a defender a la doncella, cuya mano pide para el caso de salir vencedor, si bien con la condición de que Elsa prometa solemnemente no preguntarle nunca su nombre ni su origen. Ella accede; se riñe el combate, Lohengrin derriba a Telramund y, generoso, le perdona la vida.


ACTO II
Un patio en el castillo de Amberes. Telramund y su esposa Ortrud conciertan el modo de eliminar a Lohengrin: despertar sospechas en el corazón de Elsa induciéndola a quebrantar su promesa, mientras ellos acusan de brujo al héroe ante el monarca. Consiguen lo primero, mas no lo segundo.

ACTO III
Cuadro 1º Cámara nupcial. Elsa no sabe resistir y, al quedarse sola con su esposo después de la ceremonia nupcial, le dirige la velada pregunta. Telramund y sus cómplices irrumpen en la estancia para asesinar a Lohengrin, pero el héroe da muerte al conde traidor. Sin embargo, la doncella, con su pregunta, ha sellado su muerte; Lohengrin habrá de abandonarla después de revelar ante el rey su nombre y su origen.
Cuadro 2º El mismo paraje del acto I. El cadáver de Telramund es conducido a presencia del rey, el cual absuelve a Lohengrin de toda culpa. Entonces éste revela el secreto de su personalidad. Él es hijo de Parsifal y caballero del Grial, y su nombre es Lohengrin. Volviéndose luego a Elsa, le expresa su pena por tener que abandonarla. Entre tanto, llega de nuevo la barquilla conducida por el cisne. Ortrud, en un momento de ira, declara que encantó a Godofredo y lo convirtió en cisne. La paloma del santo Grial desciende sobre el cisne, que recupera la personalidad de Godofredo y abraza a su hermana. Lohengrin sube a la barca que, conducida ahora por la paloma, desaparece. Elsa cae muerta.

Del primer acto destaca la llamada a juicio contra Elsa, con su relato del sueño: “Einsam in trüben Tagen/ hab’ich zu Gott gefleht”. Este arioso está compuesto de tres estrofas insertadas en el desarrollo dramático sin romper su progresión, de las cuales la primera cumple la función del viejo recitativo que precede al aria. De gran brillantez es también su plegaria “Du trugest zu ihm meie Klage”.
En el segundo acto, después de la escena inicial entre Ortrud y Telramund, Elsa tiene una intervención ariosa en forma de lied, “Euch Lüften, die mein Klagen so traurig oft erfüllt”, que expresa la inocencia y fragilidad de la joven en medio de la noche de felicidad. Luego canta con Ortrud un hermoso dúo.
Inicia el tercer acto un brillante y vigoroso preludio, descriptivo de la alegría y embriaguez de la fiesta de esponsales. Se trata de una pieza que se puede separar: durante algún tiempo se interpretó el contraste entre la multitud y la intimidad de los desposados, que entran al final de la obra en la cámara nupcial guiados por el rey y acompañados por un pequeño séquito de hombres y mujeres, quienes cantan la conocida “Marcha triunfal” denominada en la ópera “Canción nupcial” (“Treulich gefúhrt”).

LA EUBOLIA

La eubolia -no confundir con la abulia- es la virtud que ayuda a hablar convenientemente, y es una de las que pertenecen a la prudencia. Convenientemente quiere decir, como todos sabemos, hablar bien y con sensatez. La prudencia es la primera de las virtudes cardinales, fundamentales; las otras tres, es bien sabido, son la justicia, la fortaleza y la templanza, que perfeccionan y elevan las adquiridas naturalmente y sostienen la vida moral del hombre.

Literalmente, virtud significa fuerza o capacidad de acción. Para Sócrates y Platón es la consecuencia de la comprensión racional del fin y de los medios a que se dirige la acción. A partir de Aristóteles, quien la conceptuó como el punto medio entre dos vicios, se destaca el poder de la voluntad, que pasó a ser, junto con la inteligencia, un elemento constituyente de la virtud. En este mismo sentido la interpreta Kant al definirla como la fortaleza moral de obrar de acuerdo con los principios del deber.

Prudencia es sinónimo de moderación, mesura, medida, precaución, cautela en la manera de ser o de actuar. (“La prudente cautela mucho vale”. Fábula de El león y la zorra. Samaniego); prudencia es, también, discreción, cordura y buen juicio. “¡Cuánto importa saber con quien se trata!”. Fábula de El lobo y la oveja, del mismo Samaniego.

En la iconografía, la Prudencia ha sido representada a menudo bajo la forma de una joven cuya cabeza, como la de Jano, ofrece una segunda cara, la de un viejo barbado: A. Pisano (campanile de Florencia), M. Colombe (sepulcro de Francisco II de Bretaña, Nantes). Sus atributos son generalmente el espejo, el compás y la serpiente: Bernini (sepulcro de Alejandro VII, Vaticano), Pollaiuolo (Florencia), Giovanni Bellini (Academia, Venecia), Rafael (La Prudencia rodeada de la Moderación y la Fuerza, Vaticano), Veronés (palacio Ducal, Venecia), S. Vouet (Montpellier), J. Martínez Montañés (retablo de San Isidoro del Campo, Santiponce), A. de Mena (retablo relicario de la Capilla real de Granada).

Justicia es la concepción que cada época, civilización, etc, tiene del bien común. Justicia es comportamiento justo; trato justo. Hacer justicia es otorgar a alguien aquello de que se le cree merecedor. Justicia es sinónimo de equidad, rectitud. (La justicia comporta la adaptación a leyes creadas por los hombres y que llevan implícitos intereses. La equidad es la observancia de la ley natural; la rectitud, el ser consecuente con la propia ética).

La Justicia se representaba en la antigüedad clásica bajo el aspecto de la diosa Themis. En la iconografía moderna es una mujer en pie o entronizada, a veces con los ojos vendados, que tiene en sus manos una balanza y una espada. Es la virtud cardinal que con más frecuencia se ha representado. Se encuentra en edificios públicos: pinturas de Pollaiuolo para la Mercanzia (Uffizi, Florencia), de A. Lorenzetti (El buen gobierno), y de Beccafumi en el palacio comunal de Siena, de Holbein en el gran consejo de Basilea (desaparecida), de Delacroix (cámara de diputados, París); esculturas de Benedetto de Maiano para el Palazzo Vecchio (Uffizi), de Godecharle (frontón del palacio de las naciones, Bruselas). La imágen de la Justicia decora muchos sepulcros: de B. Giugni por Mino da Fiesole (Florencia), de Paulo III por Guglielmo della Porta (Roma), de Urbano VIII por Bernini (Roma). Cabe citar también una escultura del siglo XIV, en el claustro de Amalfi; pinturas de Giotto (Arena de Padua), Rafael (cámara de la Signatura, Vaticano), L. Giordano (La Justicia desarmada por el Amor y la Ignorancia, Nápoles), Salvator Rosa (La Justicia expulsada de las ciudades se refugia en el campo, Viena), Rottenhamer (La Justicia y la Paz, Beçanson), Tiépolo (Bérgamo); un grabado de Durero, etc. La Justicia de Trajano fue pintada por Van der Weyden en el palacio comunal de Bruselas (obra perdida, de la que hay copia en tapicería); La Justicia de Otón III, por Dirk Bouts (Bruselas); La Justicia de Cambises, por G. David (Brujas).

Como la Fortaleza y la Templanza no tienen iconografía damos por terminado aquí el presente trabajo.

sábado, 17 de julio de 2010

EL HOLANDÉS ERRANTE

Der fliegende Holländer, ópera en tres actos, letra y música de R. Wagner, conocida también con el título de El buque fantasma. Esta ópera se estrenó, en 1843, en Dresde. Wagner concibió la idea de este drama con ocasión de una tempestad en el estrecho de Skagerrak en la azarosa travesía del viaje con dirección hacia Londres. El argumento se basa en la leyenda del holandés condenado a errar por los mares mientras no encuentre una mujer que le ame fielmente hasta la muerte. El condenado puede descender de su nave cada siete años para buscar a la joven capaz de redimirle. Senta, hija del marinero Daland y prometida de Erik, conoce al holandés y se enamora de él. Después de numerosas peripecias, Senta acaba por lanzarse a las olas embravecidas en las que se hunde el navío maldito, mientras suben al cielo los cuerpos enlazados de los dos amantes. Aunque en la época en que compuso esta ópera Wagner se ceñía, todavía, a las viejas formas, El holandés errante señala ya una etapa en la evolución en el drama wagneriano y algunas de sus páginas gozan de una merecida celebridad. Entre ellas, la obertura y la Balada de Senta.

ACTO I

El barco del noruego Daland, acosado por la tempestad, ha anclado en la costa, a varias millas del puerto. En la lejanía aparece otra nave, la del holandés errante, que desespera de hallar la mujer que pueda redimirle.

Daland le habla de su hija Senta. El holandés, sintiendo revivir la esperanza, le ofrece todas sus riquezas a cambio de la mano de aquella hija, a lo cual el padre accede.

ACTO II

En una estancia de la casa de Daland, Senta y varias doncellas, agrupadas en torno a la chimenea, hilan y cantan. Senta permanece absorta mirando el retrato de un hombre pálido, vestido de negro y canta la balada del holandés errante, el personaje del retrato, que ha despertado en su alma un amor compasivo. Al terminar su canción declara, presa de arrobamiento, que quiere ser ella la redentora del infeliz. Erik, enamorado de Senta, que ha entrado y oído el final de la balada y el juramento de la doncella, se desespera ante su decisión, que arruina todas sus esperanzas.

Aparecen Daland y el holandés, en quien Senta presiente al objeto de su piadosa pasión. En el corazón del holandés se despierta intenso amor por Senta y pronto aquella relación se convierte en noviazgo.

ACTO III

La tripulación del holandés se burla de su capitán, que nunca encuentra una mujer fiel. Han de partir, pues el plazo expira.

Senta sale de la casa, seguida de Erik. Éste le pide que no se case con el forastero y le recuerda la hora en que su padre, al partir, la confió a su protección. La presión de su mano fue entonces prenda de su amor. El holandés, que ha asistido a la escena sin ser visto, cree que Senta jugará con su pasión como con la de Erik. Todo está, pues, perdido. Despídese de Senta y, a pesar de las protestas de la joven, sube a bordo y ordena levar anclas. Senta, arrancándose de su padre y Erik, que tratan de retenerla, sube a una peña y desde allí se arroja al mar. Este sacrificio anula el castigo que pesa sobre el holandés, cuyo barco se hunde, mientras él y la muchacha, surgiendo de las olas, se elevan a los cielos.

Una introducción para Daland, con el coro de marinos noruegos, abre la ópera. Éstos cantan gozosos por haberse librado de la tempestad que aún ruge. A continuación viene el canto del Timonel. Wagner, que rechazaría pronto la forma tradicional de aria, escribe todavía en estas óperas de juventud algunas piezas más o menos comparables a aquélla. El piloto va adormeciéndose al compás de las notas. Después de una introducción tempestuosa aparece el fantasmagórico personaje del holandés para cantar sus escasas esperanzas y sus temores ante la nueva oportunidad que se le ofrece. En el fondo de su canto oímos la tempestad en la orquesta y el tema del buque. Es una pieza brillante y muy exigente para la voz. Del segundo acto destacan la balada de Senta, dividida en tres estrofas: cada una nos presenta, primero, el tema del buque y después (iniciándose propiamente la balada) un tema brusco en el que la voz debe efectuar saltos considerables, para finalmente llegar a un tema melódico de gran belleza. Otro momento destacado es el aria de Daland; éste presenta al holandés a su hija, a los sones de una orquesta que parece iniciar un tema cortesano o de danza al que recurre varias veces durante esta pieza, no muy profunda, pero ciertamente atractiva. Del último acto destaca su final, en donde los gritos de Erik congregan a todos en escena a tiempo para ver huir al holandés en su buque. Cuando Senta esquiva a los demás y se lanza al mar, se vuelve a escuchar, por última vez, el tema del buque en todo su esplendor.

miércoles, 14 de julio de 2010

Carta publicada en La Voz de Galicia el 13 de Julio de 2010


Sr. Director:

¿Es La Roja el clave bien temperado? Comparar a nuestra selección con la obra de Bach quizá sea excesivo y fruto de la euforia del momento, pero los veinticuatro preludios, o, más bien, las veinticuatro fantasías, ¡qué diversidad se encuentra! Ritmos, movimientos, dibujos melódicos, estilo libre o en imitaciones, desarrollos, cadencias repentinas... El violín solista corre ligero, como gacela en libertad, pero el movimiento siempre termina con una intervención del tutti orquestal. O sea, el concierto de Johannesburgo...

Los holandeses, los estatúder, se han quedado más taciturnos que Guillermo I de Nassau, príncipe de Orange. Y sin justificación para tanta patada. Sin justificación, ni explicación, ni disculpa, ni pretexto.

¡Enhorabuena, campeones!

miércoles, 7 de julio de 2010

TANNHÄUSER

(Ópera en tres actos, con música de Richard Wagner y texto del propio compositor, estrenada en Dresde, el 19 de octubre de 1845)

ACTO I
Mansión de Venus. Tannhäuser dormita en el regazo de Venus y, durante su sueño, escucha las campanas de la patria, que añora. Desea renunciar al mundo de los placeres y volver a ella. Venus despliega todas sus gracias para retenerle y le anuncia que nunca más encontrará la felicidad entre sus semejantes, pero Tannhäuser invoca a la Virgen y de súbito se halla al pie del Wartburg. Los cuernos de caza anuncian la llegada del landgrave Hermann, al que acompañan los trovadores Wolfram von Eschenbach, Walter von der Vogelweide y Biterolf, viejos amigos de Tannhäuser. Wolfram le explica la triste vida que Elisabeth arrastra desde que él partió. El nombre de su antigua amada despierta los sentimientos de Tannhäuser.

ACTO II
Sala en el Wartburg. La sobrina del landgrave rebosa júbilo y esperanza desde que supo del retorno de Tannhäuser. Al llegar éste, conducido por Wolfram, se hinca de rodillas a los pies de la doncella, comunicándose su inextinguible amor. Las trompetas señalan el comienzo del torneo, en el que se propone cantar el amor, siendo el premio la mano de Elisabeth. Llegado su turno, Tannhäuser, que canta al amor terrenal, invita a los cantores a visitar el Venusberg. Se produce un escándalo y los caballeros, espada en mano, se lanzan contra el joven disoluto. Elisabeth pide perdón para él y asegura que podrá redimir sus pecados mediante la penitencia. El landgrave le invita a que se una a los peregrinos y vaya a implorar ante el Padre Santo la absolución, a lo que el pecador accede.

ACTO III
El mismo paraje al pie de Wartburg, en un atardecer de otoño. Elisabeth ora ante la imagen de la Virgen. Los peregrinos regresan, y entre ellos Tannhäuser, único que no ha sido perdonado; viste andrajos y no acierta a reprimir en su gesto el dolor ante su fracasada redención. Evoca a Venus y la diosa aparece al fondo, visión que deslumbra también a Wolfram. Tannhäuser acude a la llamada de la diosa, pero el fiel amigo le retiene y el nombre de Elisabeth sirve de nuevo de conjuro, contestando Tannhäuser como un eco. Un cortejo fúnebre se aproxima y, a la luz de las antorchas que iluminan el cuerpo exánime de Elisabeth, se esfuma la visión de Venus, y Tannhäuser se desploma sin vida junto a los restos de su amada. En el mismo instante su báculo ha florecido y ese milagro indica que ha merecido el perdón divino.

(Permitidme un escolio. Por exigencias de la Opéra de Paris (sic), Wagner colocó después de la obertura y al inicio del primer acto el Ballet del Venusberg. De gran belleza es el canto de alabanza a las excelencias de la diosa Venus por parte de Tannhäuser Dir töne Lob, en el cual el protagonista manifiesta su intención de regresar al mundo de los humanos. En el segundo acto encontramos la hermosa salutación de Elisabeth, Dich, teure Halle, el arioso solemne del landgrave y el célebre Coro de los peregrinos, que es una página de efectos grandiosos, que ha gozado siempre de extraordinaria popularidad por su melodismo y ritmo. En el tercer acto encontramos la romanza de Wolfram (barítono) al lucero vespertino O du, mein holder Abendstern, que es, junto a la obertura del primer acto, la parte más popular y recordada de la ópera.
Venusberg (monte de Venus), es una montaña de Alemania, entre Suabia y Turingia, en la que según una leyenda alemana de la edad media Venus, hija de Belzebú, habitaba con sus ninfas; en su espléndido palacio fue encerrado el caballero Tannhäuser.
Wartburg , castillo construido cerca de Eisenach por los landgraves de Turingia en torno al 1070. En el siglo XIII fue célebre por sus concursos de Minnesänger, que Wagner evocó en el Tannhäuser. Lutero vivió allí, bajo la protección del duque de Sajonia (1521-1522), y tradujo la Biblia al alemán. En 1848 se produjeron en él manifestaciones patrióticas).