sábado, 5 de septiembre de 2009

Los consejos de don Fernando

“Si existe alguna constante en la trayectoria y la obra de Fernando Lázaro Carreter es, sin duda, el convencimiento de que la lengua, lejos de ser un residuo arqueológico que queda fosilizado en los diccionarios, tratados y gramáticas, es un instrumento vivo que se forja continuamente a través del uso cotidiano.” Esto se puede leer en la cubierta del libro “El dardo en la palabra” que son sus textos publicados en el diario ABC y en otros periódicos de España y América.

Decía mi admirado Lázaro Carreter (q.e.p.d) en un “dardo” de 1976: “Bien hablar y bien escribir (no se me oculta lo relativo del adverbio: no aludo a oradores fluidos ni a escritores, sino a quienes se expresan ejercitando algún control sobre su habla y su escritura) tiende a verse en nuestros días como atributo de clase social.” (...) “La lengua debe ser considerada y tratada como instrumento. La comunicación no es su único objetivo, sino también la creación del pensamiento.” En otro de 1977, decía “No habrá democracia mientras unos sepan expresarse satisfactoriamente y otros no; mientras unos comprendan y otros no; mientras el eslogan pueda sustituir al razonamiento articulado que se somete a ciudadanos verdaderamente libres porque tienen adiestrado el espíritu para entender y hacerse entender.” Y en uno de 1980. “Nadie me inspira más confianza que aquel que, aun con dotes de fluencia verbal, vacila pugnando por hallar una expresión exacta.” También de 1980 es este otro. “Porque el buen decir no es un producto geográfico, sino cultural; carece de solar, y vive como un modelo virtual que debe y puede aprenderse en las escuelas y, si no, por un propósito deliberado, si el hablante estima que la posesión de aquel instrumento lo enriquece como persona.” También hay cosecha del 86: “Es una vieja máxima pedagógica, francesa por cierto, que sólo se expresa bien lo que está bien concebido.” Y de la del 87 estotro´(sic): “Se expresa con vulgaridad quien denota no poder hacerlo de otro modo.” Fin de la transcripción. Estas son algunas de las pautas a seguir por quienes ejercitan algún control sobre su habla y su escritura y que quieren enriquecerse como personas. La sencillez, la dificilísima sencillez...
(Ahora que no nos lee nadie quiero confesar una cosa: la mente no siente culpa ante estas semanas que a nada obligan sino a alagartarse y a aletargarse...).