miércoles, 24 de abril de 2013

VELAS Y VIENTOS, VIENTOS Y VELAS (XIX)


Con diez cañones por banda, / viento en popa a toda vela, / no corta el mar, sino vuela, / un velero bergantín: / bajel pirata que llaman, / por su bravura el Temido, / en todo mar conocido / del uno al otro confín.
Ahora advierto, reparo, caigo en la cuenta, de que aún, todavía, no hemos hablado nada de los piratas. Ni de los corsarios, ni de los bucaneros, ni de los filibusteros. Pero, siempre hay una primera vez. Para todo...  Para los piratas, también.
Pirata es el que ejerce, o ejercía, la piratería. Individuo que dirige o forma parte de la tripulación de un barco que se lanza a la captura de otros, sin más deseo que el de enriquecerse con el producto de su robo. Como este desmán era acompañado de otros muchos, asesinatos, tortura de prisioneros, exigencias de rescate, etc., el pirata debe considerarse y se consideró como un ser despreciable en lo más bajo de la escala moral. El oficio de pirata en el mar y también en los grandes ríos, a igual que su similar el de salteador de caminos, es tan antiguo como el mismo comercio. Desde que hubo mercaderes y caravanas que transportaran riquezas de un punto a otro, existieron salteadores; los piratas como bandoleros de las rutas del mar, fueron comparables a los salteadores de tierra, pero llegaron en su inmunidad a los extremos más atroces. Algunos no estuvieron exentos de buenas cualidades y hubo entre ellos marinos geniales y hombres capaces de ciertos actos de nobleza, pero eso no les eximía del calificativo común más despreciable.   
No obstante la repulsión con que los historiadores y legisladores han tratado el oficio piratesco, ha habido diversos hombres que aun dedicados a tan vil negocio, han tenido momentos para demostrar que no todo era en ellos egoísmo y abyección. El pirata, como ser humano, tiene a veces un alma compleja, no exenta de buenas cualidades ahogadas, tal vez inconscientemente, en la sangre de sus víctimas. El individuo de la tripulación, pocas veces pudo destacar con una intención noble o digna. En ocasiones una creencia religiosa o una superstición absurda, tornaba en obra buena lo que iba camino de constituir algo muy lamentable; se registran casos de una piedad imperfecta o tardía, y algunos de arrepentimiento Pero suele ser la musa común de los piratas, el alcohol, la inspiradora de todos sus actos. El pirata ahoga en aguardiente, o en cualquier bebida de fuerte paladar y pésimas consecuencias, algún desesperado revivir que intentara su conciencia humana. En cuanto al jefe, tuvo que ser con frecuencia un expertísimo marino y en ocasiones inteligentísimo diplomático y hombre de condiciones de mando excepcional. Poco duró al frente de sus forajidos, el que sólo se impuso por el terror y la crueldad. Una necesaria brutalidad de procedimientos era acompañada con frecuencia, por una mente fría y calculadora, digna en muchos casos de mejor empleo. El jefe pirata ha sido siempre un ser dotado de una fuerza especial de fascinación. Casi todos tuvieron un código especial propio para tranquilizar su conciencia; todos encontraban excusable su decisión de dedicarse a tal oficio: unos por rencor, otros por haber sido tratados injustamente, otros por un amor desordenado a la libertad o a la aventura. (Que es mi barco mi tesoro, / que es mi Dios la libertad,  / mi ley la fuerza y el viento, / mi única patria la mar). Casi ninguno desdeñó el sentirse arrepentido en un momento de peligro y de los que llegaron a viejos, incluso pensaron seriamente en la salvación de sus almas.
Navega velero mío, / sin temor; / que ni enemigo navío, /  ni tormenta, ni bonanza, / tu rumbo a torcer alcanza, /  ni a sujetar tu valor.  


miércoles, 17 de abril de 2013

VELAS Y VIENTOS, VIENTOS Y VELAS (XVIII)

Navigare necesse, vivere non necesse, locución latina que significa es preciso navegar, pero vivir no es preciso, y con la que, según Plutarco, respondió Pompeyo, el fundador de Pamplona, a los marineros que querían disuadirle de que se hiciese a la mar, durante una tempestad, cuando tenía que llevar trigo a Italia. La frase fue utilizada como divisa por la Hansa teutónica, aquellos mercaderes de la Germania occidental que, durante los siglos XII y XIII, fundaron, más allá del Elba, nuevas ciudades a orillas del Báltico gozando del monopolio comercial. Pues, eso: como es preciso navegar, naveguemos...
Navegación es la acción de navegar. O el viaje que se hace con la nave y el tiempo que dura. Navegación astronómica es la que se efectúa, generalmente, fuera de la vista de la costa y determinando la situación por observaciones de los astros. También se llama navegación de altura y, antiguamente, de golfo. Navegación de cazaescota es la de corta duración; navegación costera es la que se hace a la vista de tierra, determinando la situación del buque por marcaciones o enfilaciones de puntos notables. La navegación de estima o estimada es la que se efectúa teniendo en cuenta los rumbos y distancias navegadas por el buque. Navegación prohibida era el período de tiempo durante el invierno en que se prohibía, antiguamente, la navegación. Según Vegecio, escritor latino, los barcos no podían salir a viaje desde el día tercero de los idus de noviembre hasta el sexto de los idus de marzo, o sea, del 16 de noviembre al 21 de marzo. Las Partidas de Alfonso el Sabio también prescribían: “E el tiempo que ao (sic) es para esto, es desde el unceno día del mes de noviembre, fasta diez andados de marzo.” Todavía en el siglo XVI, no se permitían en Venecia, durante el pleno invierno, los viaje de vuelta de Alejandría y otros puertos de levante. Navegación propia es la denominación que se daba a la de altura, y también se decía navegación impropia a la costera o de cabotaje, costanera o práctica.    
Sobre el origen de la navegación se han formulado diversas hipótesis, casi todas ellas razonables. Según unos pudo ser la contemplación de algún animal encima de un madero a la deriva por un río. También dentro de esta teoría cabe la posibilidad de una caída al agua o una riada que hiciese de los presuntos ahogados unos navegantes forzosos sobre un tronco salvador, explotando posteriormente en su beneficio esta circunstancia aparentemente adversa. Otros autores mantienen la teoría de que la navegación surgió por un proceso mental que llevó al hombre a inflar un pellejo o ahuecar un tronco, unido esto a una necesidad imperiosa de salvar un obstáculo líquido que se interponía en el natural desenvolvimiento del clan o tribu. Un tercer grupo sitúa el origen en las costas, basándose en la necesidad de un mayor contacto con el elemento líquido y en la cultura superior de los pueblos que viven a orillas del mar. En realidad es imposible sentar una conclusión definitiva, ya que es evidente que el origen de la navegación no fue uno, sino múltiples, y que en cada lugar predominaron en su aparición los factores característicos de la zona, clima, cultura, etc., sin olvidar los casuales.

martes, 9 de abril de 2013

VELAS Y VIENTOS, VIENTOS Y VELAS (XVII)

Hoy vamos a hablar de la conquista de la isla Tercera. Esta victoriosa empresa, realizada en julio de 1583, fue el complemento y obligado remate de la gran batalla naval de San Miguel, librada el año anterior. Como es sabido, gran parte de los fugitivos de aquella acción se refugiaron en la isla Tercera, única con la de Fayal, que no había reconocido la soberanía de Felipe II. Este monarca dio órdenes terminantes, en la primavera de 1583, para aprestar una gran expedición, compuesta de fuerzas navales y terrestres, con el fin de conquistar los últimos reductos enemigos en las Azores; pero sufrió retraso la  preparación de la misma, por lo que hasta mediados de junio no estuvo lista la armada, en el estuario del Tajo. Comprendía más de 90 unidades de combate, a saber: dos magnífica galeazas (navío de nuevo tipo, que combinaba la masa y el aparejo del galeón con los remos de la galera, poseyendo una potencia artillera superior a la de aquél, pues montaba 50 cañones de mayor calibre) recientemente construidas, con otras cuatro más, en Nápoles; doce galeras, cinco galeones, treinta y una naves de varios tamaños y cuarenta y un buques, menores (pataches, zafras y carabelas), con un desplazamiento, sin incluir estos últimos, de 20.127 toneladas y una dotación de 6.531 hombres de mar y remeros. Las fuerzas de tierra embarcadas ascendían  a 8.840, cifra que aumentaría con 2.600 más que se le incorporaron en la isla de San Miguel, por todo lo cual la expedición totalizaba unos 18.000 hombres. La armada iba a las órdenes de Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz, el vencedor de San Miguel, quien llevaba como inmediatos  subordinados a Cristóbal de Eraso y a Juan Martínez de Recalde Las tropas las mandaban el duque de Fernandina y Lope de Figueroa.          
A pocas operaciones navales dio ocasión la conquista de la isla Tercera, pese a la importancia de la armada española que en ella intervino. El 23 de junio salió del estuario del Tajo, destacándose de ella las galeras, dada su mayor velocidad, con lo que llegaron a la isla de San Miguel el 3 de julio, once días antes que el resto de la armada. Reunida ésta y aprovisionada, salió para la Tercera el 19 de julio. La defensa de la isla no excedía de 9.000 hombres, entre isleños y portugueses, apoyados `por un cuerpo francés de 3.100 hombres, con 100 pieza de artillería gruesa, procedentes igualmente de Francia, todo ello al mando del caballero de La Chastre, que mandaba también una escuadra de 14 navíos armados, de diversos portes. La flota española llegó ante Agra el 16 de julio aniversario de la acción de San Miguel, y seguidamente se efectuó el desembarco con pocas bajas y a unas seis millas de dicha población fueron decisivamente batidos los franceses y los portugueses, quedando la isla a merced del vencedor. Se capturaron 2.200 franceses, 1.800 portugueses con unas 300 piezas de artillería y la totalidad de la escuadra, compuesta de 14 navíos como ya se dijo. La isla Fayal fue conquistada días después.        
La Terceira es una isla volcánica de la parte central del archipiélago portugués de las Azores que tiene 396 kilómetro cuadrados cuya capital es Angra do Heroísmo. Descubierta después de Santa María y  San Miguel  -de aquí su nombre de Terceira-, también se la llamó isla de Jesucristo.
Álvaro de Bazán, primer marqués de Santa Cruz –amplia y extensa biografía-, fue capitán general del Mar Océano y de la Gente de Guerra del reino de Portugal; nació en Granada el 12.12.1526 y murió en Lisboa el 9.2.1588.  Pronto pasó a Gibraltar con su padre, Álvaro Bazán, capitán general de las galeras y naves de la guarda de la costa de Granada. Aún no tenía nueve años cuando el emperador, por los méritos de su padre, le nombró ad honorem  alcaide del castillo de Gibraltar (real cédula de 2.3.1525, en que se ordenaba que durante su minoridad sirviese ese puesto su progenitor, en calidad de teniente). Era Gibraltar una buena aula para la preparación previa de un general de la mar, ya que, debido al buen astillero, las naves acudían con frecuencia a efectuar sus reparaciones y las escuadras invernaban en el puerto no pocas veces, tomándolo como base de aprovisionamiento.     
Álvaro embarcó desde muy joven. “A los nueve años corría por la cubierta de la capitana de su señor padre haciendo el aprendizaje del marinero.” Hizo sus primeras armas junto con su padre en las inmediaciones de la ría de Muros, el 25.7.1542, contra una escuadra de naves francesas que asolaba aquellas costas, exigiendo tributo y subsidios a las villas gallegas. En aquel encuentro la capitana española embistió a la francesa con tal furia que la echó a fondo con todos sus tripulantes; arribó seguidamente sobre otra nave enemiga y la rindió al punto. Durante las dos horas del combate tuvieron los franceses unos 300 ahogados y más de 3000 muertos. En 1554 se le dio ya el mando de una armada independiente, cuya misión era la guarda de las costas meridionales de España  y de las derrotas de recalada de las flotas de Indias, no sólo contra los corsarios de las naciones europeas, sino contra los berberiscos que salían a operar en el océano. Constaba esta escuadra de cuatro navíos de 200 a 300 toneladas, dos zabras (del árabe záurac), y dos galeazas, propiedad éstas de su padre, sumando las dotaciones 1200 hombres, entre los de mar y los de guerra. Un gran temporal y una epidemia en las dotaciones cortó su prime crucero.
Aún hay muchísimos episodios más que contar de la vida de Álvaro de Bazán pero
 procuraré narrarlos poco a poco. Es decir: gradual o lentamente.