jueves, 4 de febrero de 2010

Los jardines de la memoria

Paseando, reflexionando, por los jardines de la memoria, reverdecen viejos conceptos que ya habían empezado a secarse o mustiarse. Por ejemplo: Que el ser humano posee, quizás, o sin quizás, el sistema de comunicación más perfecto dado a ninguna especie viviente. Que sus códigos (lenguas) le permiten construir infinitas cadenas de las que se ha valido y se vale para cumplir dos importantísimas funciones: solicitar y transmitir información. Que la calidad de la información transmitida no solo radica en su valor de verdad, novedad, importancia y utilidad, sino también en su forma: hay formas y formas... Observando un arriate, me viene a la memoria que hay cuatro modalidades textuales: narración, descripción, argumentación y exposición. Que, la modalidad argumentativa, tiene como objetivo presentar pruebas convincentes que apoyen una tesis, opinión o punto de vista. Que toda buena argumentación se basa en principios lógicos y dialécticos, con unos argumentos razonables pero no rotundos e inapelables, ya que frustraría la necesaria controversia entre posturas. Que la sola perspectiva falsa es esa que pretende ser la única. Célebre frase de Ortega. Admirando una camellia japonica, árbol o arbusto teáceo de jardín, de hojas coriáceas perennes y flores, llamadas del mismo modo, rememoro que la argumentación precisa, además de la solidez de los argumentos presentados, de cierta habilidad persuasiva o de carisma del autor. Destreza muy necesaria cuando no hay hechos demostrables que se puedan aportar. De ahí que la función del lenguaje predominante sea la apelativa o conativa. Que, desde el punto de vista de la gramática, la argumentación se caracteriza por el uso de subordinadas causales, consecutivas y condicionales. Que el ensayo es el género por excelencia de la argumentación, que se presenta acompañada de la modalidad expositiva. En él se combinan el dominio de las ideas, la coherencia de la lógica y la habilidad lingüística (estilo). Que... que... que...

En mi paseo, cuando ya me iba, paso por delante de un estanque y me doy cuenta de que el murmullo del agua llamó begonias olvidadas...