martes, 8 de abril de 2014

VELAS Y VIENTOS, VIENTOS Y VELAS (XLIII)

Hoy vamos a hablar de las aves marinas en general. Desde el punto de vista ornitológico, la extensísima porción de la superficie terrestre cubierta por las aguas marinas, aparece como un biotopo extraordinariamente uniforme, en evidente contraste con la diversidad de ambientes que ofrecen las islas y continentes. La multitud de factores que condicionan la existencia de la avifauna terrestre, tales como el clima la composición del terreno y la vegetación, que combinados dan origen a los variadísimos hábitats o biotopos terrestres, se reducen en el mar a la temperatura y a la distancia de la costa.
La temperatura de las aguas marinas influye directamente en la clase y abundancia de alimentos que en ellas pueden encontrar las aves y permite diferenciar los mares en glaciales, templados y cálidos o tropicales, todos ellos caracterizados ornitológicamente por poseer determinados tipos de aves. Esta influencia de la temperatura sobre la avifauna, se patentiza por el efecto que las corrientes marinas producen en la distribución de las especies, introduciéndolas en zonas distintas a aquellas que les son habituales; así, la corriente fría de Humboldt, que traslada las aguas del océano Glacial Ártico a lo largo de las costas chilenas y peruanas hasta el ecuador, permite que dos especies de la familia Spheniscidae o pájaros niño, propios de las zonas antárticas y subantárticas, aniden en la costa del Pacífico y  en latitudes comprendidas entre el trópico de Capricornio y la línea ecuatorial.
El otro factor señalado como importante para determinar distintos biotopos en el monótono espacio oceánico es la menor o mayor distancia de la costa. La influencia del medio terrestre en relación con las aves marinas actúa, fundamentalmente, en virtud de la distinta alimentación que las aves pueden hallar en los parajes costeros, del tipo de terreno que la especie requiere para nidificar y de su potencia de vuelo que la supedite o no a la tierra firme. Atendiendo a esta criterio de la distancia de la costa, podemos aplicar para la ornitología las tres grandes zonas que distingue la hidrobiología marina, esto es, la litoral, la nerítica y la pelágica, a cada una de las cuales corresponden unos determinados géneros de aves marinas o relacionadas con el mar.
Esta uniformidad del ambiente marino, relativamente poco modificada por los factores diversificantes que hemos indicado, no da lugar a la aparición de un gran número de tipos de aves adaptados a muy variados medios, como sucede en la avifauna terrestre, y produce como efecto primordial el de establecer una notabilísima desproporción entre el número de especies marinas y el de las terrestres.
De acuerdo con la clasificación de la avifauna mundial establecida en 1951 por Mayr y Amadon, siguiendo un criterio restrictivo, resulta que de las 8590 especies existentes, tan solo 271 corresponden a grupos cuya evolución haya sido marina, y, aunque este número no corresponda con exactitud al de las aves cuya biología esté ligada con el agua salada, permite apreciar la desproporción indicada.  Si tenemos en cuenta que las aguas saladas cubren un 71% de la superficie del globo, mientras que el 29% restante    exactitud posible el criterio que adoptamos para incluirlas en esta categoría. Para calificar a una ave como perteneciente a la avifauna marina, se pueden tomar como base los datos que proporciona la filogénesis y aceptar como marinas a las aves cuya evolución se haya efectuado en dicho medio, o bien, fundándonos en su ecología, considerar marinas a aquellas cuyo ciclo vital se desarrolla total o parcialmente relacionado con el agua del mar.
El criterio evolutivo que utilizan, por ejemplo, James Fisher y R. M. Lockley, reduce el número de aves marinas al de 267 especies. Éstas son las denominadas “aves marinas primarias”; si a ellas añadimos las “aves marinas secundarias”, o sea marinas por su ecología, entre las que se encuentran muchísimas zancudas, limícolas y anátidas, el número total de aves marinas aumenta notablemente.
Relacionando los elementos que la filogénesis aporta a nuestro conocimiento de las aves marinas a los resultantes de las observaciones realizadas en las especies actuales,  podemos agrupar entre las aves marinas secundarias a las aves litorales que, como el ostrero, buscan su alimento en las playas, mientras que las neríticas o de la costa y muy en particular las pelágicas u oceánicas corresponden, por el contrario, a órdenes de aves de evolución marina o marinas primarias.



La configuración de las aves marinas está directamente relacionada con el ambiente en el cual desenvuelven su existencia. Por simple razonamiento, podríamos deducir los dos caminos que han seguido estas aves en su adaptación al medio. Privadas de lugares donde posarse y situadas ante la amplísima capa líquida y dilatados espacios oceánicos, en las aves más típicamente marinas se han desarrollado hasta un grado extremo las facultades natatorias y voladoras. Y dado que la perfecta adecuación del cuerpo al vuelo y a la natación se contraponen, los distintos grupos ha tendido hacia una u otra especialidad, que en ciertas especies alcanza una perfección extraordinaria, aunque abunden las que poseen ambas facultades.(de vuelo y natación) bien equilibradas.
Del mismo modo que entre las aves terrestres encontramos casos de tan grande adaptación al suelo –como ocurre con las aves no aquilladas: avestruces, ñandús, etcétera- que han perdido la facultad del vuelo, habiéndoseles desarrollado en su grado máxima la de peonar, entre las marinas tenemos el ejemplo de los pingüinos o pájaros bobos, de cuerpo grueso y cónico, sin cuello aparente y patas cortas, conformados para la natación y el buceo, cuyas alas han perdido sus funciones de aparato impulsor en el aire para convertirse en aletas natatorias y que en tierra firme se mueven muy torpemente. Un paralelismo similar se da en relación con las aves esencialmente voladoras: en la avifauna terrestre tenemos con los vencejos una magnífica muestra de ave dotada para el vuelo: cuerpo fusiforme, alas largas, estrechas y curvadas, y patas rudimentarias; pues bien, los albatros ofrecen unas características de forma de cuerpo y alas semejantes a las de los vencejos, pero con la diferencia de que estas aves marinas son de gran tamaño, alcanzan una extraordinaria envergadura y utilizan para sus vuelos la mitad aproximadamente de la superficie total  de la tierra, acercándose a ciertos islotes remotos tan solo en la época de la cría.
Característica de las aves marinas es tener los pies palmeados, lo que hace posible la natación –aunque no siempre  el buceo- hasta en las especies de más vuelo, y, como consecuencia de este contacto con el agua, el plumaje denso y ligeramente sebáceo que es lo que le impermeabiliza; es curioso anotar, como excepción a esta regla, el caso del cormorán que, por carecer de esta grasa, se moja al sumergirse y necesita secarse periódicamente. Adaptadas las aves marinas al régimen alimenticio piscívoro, el pico acostumbra a ser recto y fuerte, dilatado en su perfil –como el frailecillo- o fino, en algunos fumareles insectívoros.
La alimentación de la avifauna marina es, como hemos dicho, de naturaleza orgánica principalmente, siendo sus componentes básicos los peces, cefalópodos y plancton. La manera de procurarse estos productos del mar varía según las especies; numerosas son pescadoras, buceando hasta gran profundidad para alcanzar los bancos de arenques o de otros peces; algunas se limitan a picotear la superficie de las aguas o sumergen parte del cuerpo para obtener los diminutos organismos animales y vegetales que conocemos por el nombre de plancton; finalmente, las hay que obtienen su alimento merodeando como verdaderas rapaces marinas.
La nidificación acostumbra a realizarse en los islotes y acantilados o en la arena de las playas poco frecuentadas. Por regla general, la puesta es reducida, y estas aves se limitan a depositar sus huevos en las oquedades de las rocas o entre la arena y los guijarros del litoral; a esto se debe que sean mucho más anchos de un extremo que del opuesto, lo que impide que rueden y, asimismo, que la cáscara ofrezca un colorido abigarrado e irregular que disimula el huevo, confundiéndolo con el suelo. El anidar formando inmensas colonias también es muy característico de las aves marinas y, en determinadas especies, su número es extraordinario, como se observa en las costas de Chile y el Perú, donde los excrementos de la multitud de cormoranes, guanayes y otras aves que allí se congregan producen el guano, cuya extracción para ser utilizado como abono constituye una activa industria y una colosal riqueza natural.

Entre las aves marinas, abundan las especies migratorias, especialmente en el hemisferio norte, donde muchas de ellas anidan en las latitudes muy septentrionales e invernan en mares más templados, llegando hasta el Mediterráneo. Y algunas especies árticas llegan en sus larguísimos viajes hasta zonas antárticas. 

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