martes, 18 de marzo de 2014

VELAS Y VIENTOS, VIENTOS Y VELAS (XL)

Quien siembra vientos recoge tempestades. Tiene razón el refrán. O eso parece. Después de haber pasado meses y meses hablando de vientos, ahora, este invierno, hemos recogido tempestades, tormentas, temporales y borrascas. Últimamente, por los meteorólogos, se les da el nombre de ciclogénesis explosiva. O algo así. Ellos sabrán.
Y ahora tengo una alternativa. O un dilema. Que es la situación de alguien cuando tiene forzosamente que elegir entre dos soluciones. Siempre, o casi siempre, ambas malas. La disyuntiva es la siguiente: ¿Sigo o no sigo escribiendo sobre vientos? Es que me siento culpable. Estoy descorazonado. Abatido. Desanimado. Pues llevo varias semanas deshojando la margarita. Sí… no; sí… no; sí… no… Es como aquello del “me quiere, no me quiere…”
La última entrada o entrega se publicó el sábado 21 de diciembre del año pasado. “¿Volverán las oscuras golondrinas?” ¿Volveremos a ver los albatros de plumaje blanco? ¿Volveremos a ver esa ave palmípeda, mayor que un pato, con las alas y la cola muy largas, y buena voladora? ¿Volveremos a ver la Diomedea exulans?
Albatros es el nombre común que se aplica a todas las trece especies de aves de la familia Diomedeidas, que comprende los géneros Diomedea y Phoebetria. Los albatros son grandes aves marinas primarias que podemos considerar como oceánicas por excelencia. Su cuerpo es robusto y alargado y la cola muy corta; el cuello de longitud regular; el pico fuerte y largo, curvo en su punta como el de las rapaces y formado por varias piezas córneas ensambladas; la forma de estas piezas varía en cada especie, por lo que facilitan mucho la identificación en mano de los distintos albatros.



Para el observador, la característica que más singulariza a estas aves en vuelo, son las alas estrechas, curvadas y extraordinariamente alargadas, tanto, que el albatros viajero, el Diomedeas exulans del párrafo anterior, sobrepasa la envergadura del cóndor, siendo por tanto la máxima conocida. La forma de las alas es parecida a la de los vencejos, que también las tienen muy alargadas, estrechas y curvas, siendo este tipo alar el propio de las aves que poseen más desarrolladas las facultades voladoras. Sus patas son cortas, con los dedos unidos por la membrana natatoria. El plumaje es denso e impermeabilizado por las secreciones sebáceas, siendo sus colores dominantes el blanco, negro y castaño.
Cuando yo era grumete, in illo tempore, mi amigo Baltasar, del que ya he hablado  en otra ocasión, me decía muchas cosas sobre los albatros. Por ejemplo, que la distribución geográfica de estas aves, indica que es una familia propia de los océanos del hemisferio sur, pues nueve especies habitan los mares australes; una es exclusivamente tropical y vive en las islas Galápagos y solo las tres restantes habitan el norte del océano Pacífico. Los albatros pasan una gran parte de su existencia en el aire; sobrevuelan durante meses las inmensidades marinas sin acercarse a las costas, lo que realizan únicamente el tiempo de la reproducción, escogiendo a este fin las islas más remotas, tales como las de Diego Ramírez, Kerguelen, Georgia del Sur, Tristán de Acuña, Gough, San Pablo, Chatham, Bounty, Antípodas, Macquerie, etc.
Para emprender el vuelo, los albatros necesitan impulsarse corriendo por la superficie; ya en el aire, vuelan sosegados por regla general, pues les bastan algunos batidos de sus larguísimas alas, para remontarse en el espacio y practican el vuelo a vela aprovechando las corrientes de aire que les mantienen por espacio de muchas horas sin que las aves deban realizar el menor esfuerzo; algunas especies utilizan la corriente de aire que produce un buque en movimiento, situándose encima de la popa y siguiendo su derrota con sus poderosas alas inmóviles. Su potencia de vuelo les lleva a través de los océanos,  recorriendo distancias del orden de 10000 (diez mil) millas, pero no parece probado que sigan durante semanas a los buques, como tanto se ha afirmado.
Durante su alto observatorio, los albatros escudriñan la superficie de las aguas acechando a los peces y cefalópodos que constituyen su alimento normal. Al parecer, muchas de sus presas las capturan de noche, particularmente los pulpos, sepias y jibias que en las horas de obscuridad aparecen en la superficie.
Algunas especies, ejecutan unas curiosas ceremonias nupciales y, entre los meses de septiembre a noviembre, ponen en tierra, aprovechando un ligero hueco o encima de un montón de tierra, plumas, restos de pescado y excrementos, un único huevo ovalado de gran tamaño y usualmente maculado. Los pollos son nidófilos y los padres los alimentan regurgitando el contenido de sus estómagos; cebados de este modo, almacenan gran cantidad de grasa, viviendo a sus expensas cuando echan la pluma, ya que en este período los padres no los alimentan.
Muchas especies adquieren el plumaje de los adultos hasta pasados varios años, siendo idénticos ambos sexos a excepción del albatros viajero antes mencionado.
De los dos géneros que hemos dicho comprende esta familia, el más numeroso es el Diomedea, mientras que el género Phoebetria tan solo comprende dos especies. Estas últimas, se diferencian de los restantes representantes de su familia por sus formas más esbeltas y sus alas aún más estrechas, que en el aire les proporcionan una ligereza y capacidad de maniobra mayores si cabe. Ambas especies (Phoebetria fusca) y Ph. Palpebrata), anidan en acantilados y no en terreno llano como las demás, lanzándose más fácilmente al espacio desde las alturas, sin tener que tomar impulso previamente.

El nombre de albatros, se aplica casi universalmente, aunque también son llamados, en Hispanoamérica, pájaros carneros y otros nombres locales, ocurriendo lo mismo en lengua inglesa, etc.

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