viernes, 13 de agosto de 2010

TRISTÁN E ISOLDA

(Tristan und Isolde)

Wagner interrumpió su Tetralogía para escribir Tristan und Isolde, drama musical en tres actos (con libreto del propio Wagner), cuya partitura acabó en Lucerna el 6 de agosto de 1859. En 1863, después de setenta y siete ensayos, la obra fue declarada en Viena “irrepresentable”; sólo cuando Wagner pudo contar con la protección de Luis II de Baviera y la colaboración del tenor Schnorr von Carolsfeld, fue posible llevar la ópera a la escena. Fue estrenada en Munich el 10 de junio de 1865, bajo la dirección de Hans von Bülow, y recibió una acogida entusiasta por parte del público.
ACTO I
Tristán, sobrino y heredero del anciano rey Marke, salió a luchar contra los irlandeses. En singular combate venció y dio muerte a su caudillo Morold, a quien Isolda amaba, cuya cabeza envió luego al soberano del país. Pero el arma envenenada de Morold había herido también a Tristán y esa herida no podía ser curada sino con un bálsamo que poseía la madre de Isolda, por lo que el héroe se presentó, bajo el nombre de Tantris, a Isolda, la hija del monarca irlandés, célebre por sus aptitudes médicas. Un fragmento de la espada de Morold que había quedado en la herida de su adversario revela a Isolda la personalidad del paciente. Y cuando se dispone a vengar la muerte de su prometido, su mirada se encuentra con la del héroe indefenso: renuncia a la venganza, cura su herida y Tristán vuelve a su patria.Tal es la historia que Isolda ha contado a su doncella Brangane en el camarote real del velero que la conduce a Cornualles en calidad de prometida del viejo rey Marke. Tristán gobierna el barco, atento al timón; a sus pies su fiel servidor Kurwenal. Isolda, desesperada, ofendida en su amor, quiere la única reparación susceptible de borrar la afrenta: servir a Tristán el brebaje mortal que ha sacado de una arqueta y que Brangane ofrecerá a su ofensor a una señal convenida. Pero la fiel doncella, en vez de la pócima mortal, le sirve un brebaje amoroso, del cual bebe también Isolda, ansiosa de dejar una existencia mísera y triste y de no sobrevivir a quien, en el fondo de su alma, ama ardientemente. Tristán, que se halla en el mismo caso, acepta gozoso una muerte que será una liberación. Pero el filtro amoroso condenará a ambos a seguir viviendo, devorados por una pasión imposible e inextinguible.


ACTO II
La noche, fiel guardián de su amor, reunirá a los enamorados. Isolda, cuando ya ha partido su esposo con los cazadores, apaga la antorcha; es la señal convenida. Acude Tristán y en apasionado coloquio aguardan los dos la llegada del día, bajo la vigilancia de la fiel Brangane. Pero Melot, el falso amigo, les ha tendido una celada y Marke sorprende a los amantes. Tristán no trata de huir, sino que desea la muerte, y al no defenderse recibe una herida mortal.

ACTO III
Kurwenal ha llevado a su señor al derruido castillo de su padre. Allí, fija la mirada en el océano, reposa el héroe moribundo, suspirando por Isolda, en cuya busca mandó Kurwenal un mensajero. El caramillo de un pastor deberá anunciar la llegada del barco. Al fin es avistada una vela; Tristán reúne todas sus fuerzas para recibir a la amada y cae muerto en el momento en que ella le estrechaba entre sus brazos. Marke, piadoso, se presenta dispuesto a perdonar, pero ya es tarde y sólo puede presenciar la muerte de Isolda.

El preludio, construido sobre varios de los principales temas en que luego se desarrollará el drama, viene introducido por la presentación del tema de la confesión, cuyo cromatismo manifiesto es un presagio de la técnica que va a imperar en toda la partitura. La elocuente combinación de los momentos líricos con la explosión orquestal, junto a la omnipresencia del tema de la mirada, motivo principal del primer acto, es un ejemplo del arrobamiento de la partitura del drama.
Momentos célebres de esta ópera, además de su preludio, el dúo de amor del segundo, el preludio que inicia el tercero, la agonía de Tristán y la archifamosa muerte de Isolda.
Uno de los momentos culminantes de Tristán e Isolda es el encuentro amoroso, minuciosamente pintado por Wagner; unos breves momentos a cargo de la cuerda describen el tema de la impaciencia que desemboca en el clímax del encuentro. El diálogo se vuelve entonces breve y acelerado sobre una orquestación que insiste en el mismo tema. Ambos protagonistas cantan a dúo, mientras los violines establecen el necesario lirismo con sus notas mantenidas en el registro alto. Es el momento más arrebatador de la escena, que cuenta con el apoyo del arma y la delicada intervención de la cuerda y el viento para crear el ambiente propicio de amor. Éste reaparece en el dúo hacia el final, en esta ocasión sobre el tema de la felicidad, que conduce la escena hacia el clímax. Por dos veces se intercala en esta escena, desde fuera del escenario, la voz de advertencia de Brangane, vigilando, preocupada, que nadie descubre a los amantes, con frases de excepcional belleza.



ROMANCE ANÓNIMO
(Siglo XV)

Ferido está Don Tristán/ de una muy mala lanzada./ Diérasela el rey su tío/ que celoso dél estaba./ El fierro tiene en el cuerpo,/ de guerra el tiembla el asta./ Valo a ver la reina Iseo/ por la su desdicha mala./ Júntanse boca con boca/ como palomillas mansas./ Llora el uno, llora el otro,/ la cama, bañan en agua./ Allí nace un arboledo/ que azucena se llamaba,/ cualquier mujer que la come/ luego se siente preñada./ Comióla la reina Iseo/ por la su desdicha mala.

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