martes, 28 de mayo de 2013

VELAS Y VIENTOS, VIENTOS Y VELAS (XXII)

¿Recordáis? Dejábamos a Álvaro de Bazán rezagado en el Peñón, con siete galeras de su mando. Reunida después la flota en Málaga, García de Toledo propuso la  inutilización de otro de los nidos de piratas de la costa norteafricana: la desembocadura del río Martín. Se encargó de la operación a Bazán, y empezaron los preparativos en noviembre (1564). La llevó a cabo con 5 galeras, 6 bergantines y 4 carabelas de las llamadas de Conna (muy apropiadas para cegar ríos con su carga de cantería, cal y arena), una galeota y 3 chalupas. Partió de Ceuta, de noche, y con objeto de efectuar una maniobra de diversión, consiguió que su gobernador portugués atacase antes del amanecer a una torre a legua y media de Tetuán. Echó también Bazán alguna gente a tierra, dejando para recogerla varios bergantines. Con gran exposición por su parte, dirigió la formación del barraje, teniendo que sondar el río para ver dónde había de hundir las carabelas. Mientras esto se llevaba a efecto, Alonso, su hermano, con sus cuatrocientos tiradores, escaramuceaba contra los moros, causándoles más de 100 muertos y haciéndoles creer con dicho golpe de mano que se trataba de un desembarco en vez de cegar el surgidero. En éste quedaron embotellados doce fustas y bergantines, moros y turcos. Fue de tanto más mérito esta operación ya que los moros estaban alertados de que algo se iba a hacer contra ellos, por unos barcos ingleses que avisaron de los aprestos al xerife de Larache, que a su vez el mando de las galeras berberiscos contra los cristianos, atacando a la isla de Malta con más de 200 galeras y desembarcando en ella 30000 hombres mandados por Piali Bajá y Mustafá. Se encargó del socorro a García de Toledo, que reunió el consejo de sus capitanes para determinar qué era lo que convenía hacer. Bazán propuso escoger las 60 mejores galeras reforzándolas con los remeros de las que se quedasen, y que se embarcasen en ellas nueve o diez mil hombres, llevando cada uno un saco de pan de 60 libras, con lo que tendrían víveres para 15 días, contando que carne no faltaría en la isla y confiando que los turcos no osarían aguardarles. Como se opusieran algunos del consejo, considerando el plan como muy atrevido, contestó Bazán: “En todas las empresas, después que se han pesado bien las circunstancias, hay que dejar algo a la fortuna”. Finalmente, al saberse que la situación en Malta era muy crítica, se aceptó su plan. (“¡¡Malta!! ¡¡Malta!!”, gritaron; “El faro de Malta”. Duque de Rivas). En el puerto maltés de Malaca desembarcaron 11000 hombres, en su mayoría de infantería española veterana. García de Toledo volvió con presteza a Siracusa a recoger otros 4000 infantes de refuerzo. Los turcos, creyendo que los efectivos desembarcados por los cristianos eran mayores, reembarcaron; pero al informarse de la verdad, volvieron a desembarcar, siendo derrotados y perseguidos por los españoles hasta dentro del agua, quedando de este modo libertados los caballeros de Malta. En 1568 se dio a Bazán el mando de las galeras de Nápoles, limpiando con ellas de corsarios las aguas de aquel reino y del de Sicilia. Organizó la construcción naval, hasta tal punto, que llegó a rivalizar con la famosa de Génova y, en menos de un año, llegó a botar 38 galeras. Durante el ejercicio de este mando socorrió con sus naves al fuerte de la Goleta, que estaba en situación crítica, apresando de camino a dos bajeles turcos. También tomó parte en la represión de la revuelta de los moriscos, bloqueando las costas de Granada y evitando que aquéllos recibiesen socorros por mar, mientras Juan de Austria los combatía por tierra.
Con fecha 12.10.1569 el rey concedía a Bazán el título de marqués de Santa Cruz en premio a sus servicios. Al año siguiente, Selim II amenaza Chipre, y Venecia pide
 ayuda a Pío V y a Felipe II. La reacción de la cristiandad no se hizo esperar, formándose la Santa Liga, entre el Sumo Pontífice, España, con sus reinos de Italia, y Venecia, dándose el mando general de la formidable escuadra a Juan de Austria. Bazán fue uno de los principales consejeros que se dieron al generalísimo para asesorarle en las cosas de mar. El marqués opinaba que debía acudirse prontamente a socorrer a Chipre, y el no aceptarse su dictamen trajo consigo la triste suerte de Nicosia.

La batalla de Lepanto, el gran choque entre Oriente y Occidente, la dejamos para otra ocasión. Tiene tela. Tela marinera, claro...  

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