sábado, 20 de febrero de 2010

El loro Alberto


El escritor gallego, orensano por más señas, Carlos Casares (q.e.p.d.) tenía un gato por el que sentía un gran aprecio. Se llamaba Samuel. Yo tengo un vecino que tiene un loro. Se llama Alberto. El loro, no el vecino. El convecino es anónimo: no es el protagonista. El prota es la simpática ave -quizá de la especie Psittacus erithacus, yo no entiendo mucho de aves parlanchinas- que, en sus monólogos o soliloquios, siempre dice lo mismo: “¡Lorito! ¡Lorito! ¡Borrrracho! ¡Borrrracho!” Es lo que su dueño le ha dicho que diga. Es lo que a su amo le agrada oír. Una y otra vez. Desde la mañana a la noche. Una semana y otra semana. Un mes y otro mes... Es un sonsonete. Es una musiquilla o soniquete que me recuerda, por asociación de ideas, el ritmo repetitivo del “Bolero” de Ravel. Parece un disco rayado. Un microsurco estropeado. A pesar de los pesares, de su monotonía de cigarra canicular, de su pesadez, el animalito -dicen que la más inteligente de las aves- tan polícromo él, me cae bien. ¡Qué digo bien! ¡Me cae muy bien! Sobre todo cuando pronuncia el fonema /r/ vibrante múltiple linguoalveolar sonoro que más arriba queda reflejado. Me hace sonreír y tenere risum (contener la risa). Después de oír cientos de veces al vanílocuo, creo, sinceramente, que el de las vistosas plumas necesita ir a un logopeda...
(Supongo que los que me conocen ya se habrán dado cuenta de que ésta es una narración ficticia o literaria: yo no tengo ningún vecino que posea un loro; sí tengo vecinos que hablan... unos con otros).

3 comentarios:

Anónimo dijo...

El gato de Carlos Casares se llamaba Samuel; la perra de Carlos Casas se llama Lola jajaja!!!

Eva Magallanes dijo...

Mi perro se llama Gaspar y la plaza que está cerca de mi casa está repleta de loros chillones, ya son una pandemia en Santiago, dicen que han emigrado desde Argentina, pero a mi nieta Amparo le fascinan aunque sean una plaga y Gaspar siempre quiere cazarlos.
¡Hasta el último me creí completamente que era el loro de tu vecino!
Jesús, gracias por tu compañía de la mano de Ercilla en estos tiempos adversos. Ahora en Chile no podremos cantar esa parte de nuestro himno nacional: "y ese mar que tranquilo te baña..." sin ponernos a reír o a llorar o ambas cosas.
Como ves ya estoy de vuelta, un fuerte abrazo para ti!

Jesús Sueiro Sueiro dijo...

Me alegro de que la vida, aunque poco a poco, se vaya normalizando en Chile. El país hermano, tu apellido es ibérico, se recuperará. Lentamente, pero se recuperará. Con el esfuerzo de todos los chilenos y de todas las chilenas. Desde Arica, el polo mundial de la aridez, hasta el Chile Austral. Todos unidos. ¡Ánimo!
Indagando en las enciclopedias me he encontrado con un Manuel Magallanes Moure, poeta y pintor. “La casa junto al mar”. 1918. Tú sabes (vos sabés ¿no?) mucho de Arte...
Un saludo muy afectuoso desde las Rías Bajas gallegas.