mandada por Juan Bautista Topete, también muy próxima a la
costa, bombardeaba la torre de “La Merced”, armada con enormes cañones
Armstrong, y llevaba una hora aproximadamente de fuego cuando una de sus
granadas hizo volar dicha torre, a consecuencia de haberse introducido, tras rebotar
en la cureña del cañón de la derecha, en el hueco de la porta, dando había
varios saquetes de pólvora, estallando allí, con lo cual fue lanzada la porta a
90 metros de distancia, desquiciando el blindaje (de 152 mm) de la torre y
despedazados los montajes internos, muriendo o quedando gravemente heridos
todos los ocupantes, unos 90 hombres, figurando entre los que perecieron el
coronel José Gálvez, a la sazón ministro de guerra y marina del Perú, y varios
jefes y oficiales de su estado mayor. Tras este éxito, la Blanca reforzó a la Resolución
y la Numancia
en la difícil tarea de apagar los fuegos de la más poderosa defensa enemiga, o
sea la batería “Santa Rosa”.
En el centro de la línea, la fragata Almansa bombardeaba simultáneamente a la población y a los barcos
enemigos, amarrados a los muelles, con notables resultados, a pesar de recibir
numerosos impactos, algunos de grueso calibre. Hacia las dos y media, una granada
Armstrong de 300 libras estalló en su batería, matando a trece servidores de
las piezas e inflamando la pólvora de los guardacartuchos, con lo cual se
propagó el incendio hasta el sollado; mas a pesar de lo grave del caso, el
comandante de la nave, Victoriano Sánchez Barcáiztegui, se negó a abrir las
llaves de inundación, pronunciando la frase que se hizo célebre: “Hoy no es día
de mojar la pólvora”, ya que antes hubiera preferido volar la fragata. Hizo
retirarla de la lucha, logrando, merced a los esfuerzos denodados de su
dotación apagar el fuego sin mojar la pólvora, con lo cual pudo a la media hora
entrar nuevamente en liza, distinguiéndose por la eficacia de sus disparos.
En el sector del norte, la avería sufrida por la Villa de Madrid, al comienzo de la acción,
hizo quedara sola la Berenguela, que
luchó contra todas las baterías enemigas allí instaladas, incluyendo la
poderosa torre blindada “Junín”, con piezas Armstrong de gran calibre. Mandada
por el capitán de navío Pezuela, sostuvo formidable cañoneo, logrando
inutilizar las grandes piezas de dicha torre y apagar la mayoría de los demás
fuegos enemigos. No obstante, poco después recibió un proyectil Blackely de 450
libras, que, penetrando en su batería, salió por el costado opuesto, muy por
debajo de la línea de flotación, dejando abierto un enorme boquete de más de 4
metros de largo y 1 de ancho, por el que entraba mucha agua, amenazando anegar
el barco; y por si esto fuera poco, otro
proyectil del mismo calibre penetró en el sollado incendiando la carbonera,
inmediata al pañol de la pólvora, con lo que hubo de retirarse de la línea de
fuego, logrando, tras ímprobos esfuerzos de la dotación, que cambió grandes
pesos, entre ellos la artillería a la banda opuesta al boquete, escorar lo
bastante para que éste quedara sobre la línea de flotación..Al igual que la Villa de
Madrid, durante la retirada no dejó de hacer fuego sobre el enemigo con
todas sus piezas disponibles. (CONTINUARÁ)
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