El día 1 de mayo recibió Méndez Núñez del gobierno de Madrid
la orden de regresar a España inmediatamente. El almirante leyó el escrito y lo
devolvió al mensajero diciéndole: “Mañana, día 2, bombardeo El Callao. Usted no ha llegado
todavía. Llegará pasado mañana, y en cuanto me comunique la orden de regreso me
apresuraré a cumplirla”. Al día siguiente, con las primeras luces, Méndez Núñez
dirigió una sentida proclama a las dotaciones de todos los buques que produjo
entusiasmo indescriptible y a las once y media de la mañana emprendía la
escuadra española, desde su fondeadero de la isla de San Lorenzo, la marcha
sobre El Callao. El jefe español había efectuado días antes, a bordo de la Vencedora, un minucioso reconocimiento de
las defensas peruanas, acercándose a la plaza hasta la distancia de medio tiro
de cañón, y así, impuesto del dispositivo enemigo, distribuyó sus buques en
tres divisiones: la primera, formada por las fragatas Numancia, Blanca y Resolución, en vanguardia, con la misión
de atacar las formidables defensas del
sur; detrás la segunda, compuesta por la Villa
de Madrid y la Berenguela,
destinada contra las baterías del norte, y a continuación la tercera, que
integraban la fragata Almansa y la goleta Vencedora, para batir a los monitores peruanos. El buque de
transporte Maule seguía a
retaguardia, para auxiliar a los buques de combate en caso de necesidad.
Se ha discutido el acierto del almirante español en su plan
de ataque. Como expone Novo y Colson, en
principio cabría objetar que debió bombardear las defensas enemigas haciendo
pasar una división de sus barcos por el sur de la isla de San Lorenzo,
enfilando al enemigo en dirección sur-norte, en tanto que otra división hasta
situarse frente a las baterías Santa Rosa y Abtao, posición desde la cual no
sería alcanzado fácilmente por las defensas septentrionales, pudiendo así ambas
divisiones atacar de manera combinada a las baterías enemigas meridionales,
que, batidas por el frente y por la espalda, habrían sido rápidamente acalladas
y desmontadas sus piezas, después de lo cual ambas divisiones, unidas,
repetirían el sistema contra las defensas del norte, terminando por bombardear
la ciudad. Pero aun reconociendo perfectamente las fuerzas enemigas y el
sistema táctico más adecuado para combatirlas con el mínimo riesgo, Méndez Núñez prefirió, evidentemente, atacar
simultáneamente todos los medios defensivos enemigos para reivindicar el
erróneo concepto que de la escuadra española se tenía a partir del bombardeo de
Valparaíso. Por otra parte, el bombardeo desde extremo sur era casi impracticable, dado el
violento oleaje que allí reinaba, con lo que no hubiera cabido asegurar la
puntería.
Los buques españoles avanzaron lentamente, llegando a
situarse muy cerca de la costa, tanto que sus quillas rozaron el fondo,
resultando inútiles los torpedos (tal vez porque la hélice de alguno de los
barcos cortara el cable disparador). La finalidad perseguida con aquella
aproximación a las defensas de la plaza era conseguir mayor eficacia de los
disparos, aunque, en contrapartida, la gran dimensión de las fragatas hacía de
ellas blancos fáciles para el enemigo. No obstante, los artilleros peruanos
desaprovecharon la oportunidad de utilizar convenientemente sus cañones
gigantes antes de que los buques españoles se acercaran tanto, pues una vez
situados bajo la rasante de las baterías, casi todos los proyectiles de éstas
pasaban altos.
(CONTINUARÁ)
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