miércoles, 14 de agosto de 2013

VELAS Y VIENTOS, VIENTOS Y VELAS (XXVII)

Los otomanos, entretanto, no pierden el tiempo,  a finales de marzo de 1571 la gran armada de Piali va desde Estambul a Negroponto, para hacer frente a la flota veneciana y cerrar el camino de Chipre a posibles refuerzos para la isla. La armada de Venecia, al mando de Zanne  con Sforza Palaviccino como general de la tropa de tierra embarcada, había partido el mismo día, aproximadamente, que la turca, fondeando el 13 de abril en Zara, donde pasó dos meses en espera inútil de las flotas española y pontificia, muy retrasadas en sus aprestos, con la mala suerte, además, de que una epidemia causó enorme número de bajas, de resultas de lo cual quedaron las galeras venecianas muy mermadas en sus dotaciones. Cansado de esperar, Zanne partió finalmente para Oriente, y el 23 de junio fondeó en Corfú, reforzando sus tripulaciones al paso como buenamente pudo. Allí hizo escala durante otro mes, transcurrido el cual salió el 23 de julio para Candía, llegando el 4 de agosto al puerto de Suda, donde fondeo. Piali, entretanto, al no encontrar enemigo enfrente, se dirige con su flota hacia Chipre, llegando frente a la isla el  1 de julio. Tras desembarcar, las huestes de Mustafá-pachá ponen sitio a Nicosia,   principal ciudad de la isla, en tanto que Piali mantiene a la flota dispuesta para salir a hacer frente a una posible armada enemiga de socorro; pero ésta no se presenta, por lo que puede reforzar el ejército sitiador con parte de la tropa embarcada. El 9 de septiembre, tras un asalto general del ejército de Mustafá-pachá, que sucesivos refuerzos han elevado a cerca de 100000 hombres, la plaza sucumbe, cayendo, a continuación, en poder de los otomanos, Pafos y Limasol.
La armada española de Italia se había concentrado en Mesina, al mando del genovés Juan Andrea Doria, sobrino-nieto del gran almirante de Carlos V, y la formaban unas cincuenta galeras, a saber: 20 de Nápoles, al mando de Álvaro de Bazán; 10 de Sicilia, al de Juan de Cardona; 12 de Doria, y 8 de otros particulares a sueldo de España. Zarpó Doria de Mesina el 9 de agosto, haciendo rumbo a Otranto, donde el 20 de dicho mes se unió a la armada pontificia, que gobernaba el príncipe Marco Antonio Colonna, designado por el papa capitán general provisional de las fuerzas navales coligadas. Navegaban juntos españoles y pontificios hacia Candía, llegando a Suda, fondeadero de la armada veneciana, el 31 de agosto. Las fuerzas cristianas reunidas formaban un imponente conjunto: 180 galeras, 11 galeazas y 14 naves, con 1300 cañones y 16000 hombres de tropa de tierra a bordo. Inmediatamente se celebró consejo de generales, en el cual mientras Zanne se mostró dispuesto a marchar con presteza en socorro de Nicosia, que aún resistía, Doria, que se había dado perfecta cuenta del deficiente armamento de las galeras venecianas, creyó conveniente no enfrentare con el turco; pero Colonna decidió finalmente hacer rumbo a Rodas, y el día 22 fondeaban frente a Kastelorizo, en Asia Menor, donde supieron la caída de Nicosia. En una nueva reunión de mandos se discutió la posibilidad de marchar en socorro del resto de las posesiones venecianas y, por otra parte, eran de temer los temporales de otoño. Doria quería fondear en Sicilia durante el invierno, en tanto que Zanne continuaba empeñado en su idea de socorrer a Chipre, hasta el punto de que, por fin, el 27 de septiembre los venecianos y pontificios aparejan y, sin comunicar sus intenciones a Doria, hacen de nuevo rumbo a Creta. El genovés, sin alterarse por ello, decide marchar a Sicilia seguidamente, alcanzando felizmente Mesina, logrando no perder ni una sola de sus galeras en la travesía. En cambio Zanne y Colonna pierden en las singladuras que hacen hasta llegar a Suda nada menos que trece galeras (ocho venecianas y cinco pontificias), por haber tenido que soportar dos fuertes borrascas, quedando confirmadas así las predicciones del competente Doria. Hasta últimos de noviembre no consiguen los jefes veneciano y pontificio alcanzar sus respectivas bases, tras haberse desencadenado nuevos temporales que les ocasionaron la pérdida de otros buques, pudiendo decirse que la escuadra papal había resultado aniquilada, sin combatir, en esta campaña totalmente inútil, cuyo infructuoso resultado causó pésima impresión en los estados cristianos, máxime habida cuenta del gran número de navíos y fuerzas de toda clase reunidos. La causa del fracaso estuvo principalmente en la rivalidad y la desconfianza mutuas entre los jefes, que impidieron la elaboración de un plan de acción definido y metódico. Colonna y Zanne demostraron palmariamente su incompetencia, y Doria, a pesar de su quizá exagerada circunspección, fue el que tuvo menos culpa, evidenciándose ser el único general verdaderamente idóneo de la flota. Los turcos, aprovechándose del fracaso cristiano, el 18 de septiembre habían puesto cerco a Famagusta, la otra gran plaza chipriota, creyendo caería en su poder en menos tiempo que Nicosia; pero la ciudad resistiría heroicamente durante casi un año.    (Continuará) 

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