Sin despreciar, claro, a ninguna ciudad, a ninguna afición,
ni a ningún club. Pero la risa, ya se sabe, va por barrios. Unas veces le toca
reír a unos y llorar a otros, y otras llorar a unos y reír a otros. El Triunfo
y la Derrota, así con mayúscula, ya lo dijo Rudyard Kipling, son dos impostores...
Dejemos el fútbol a un lado y acabemos, en el buen sentido
de la palabra, con don Álvaro de Bazán.
Bazán, en contra de la opinión del duque de Alba, había
propuesto al rey organizar una expedición contra Inglaterra, que fuese la
debida réplica a los ataques británicos contra España y sus colonias y a la
ayuda que prestaba Isabel a la rebelión de los Países Bajos. Era buena ocasión
aprovechar para tamaña empresa el regreso de las fuerzas victoriosas de la
campaña de las Azores. El 26.1.1586 se le ordenó a Bazán, reunir una buena
armada, pero con fines defensivos; no obstante, se le decía que informase sobre
ello lo que considerase más conveniente. El marqués propuso de nuevo la
expedición directa contra Inglaterra, y al fin el rey, con fecha 8 de marzo, le
encargó de sus aprestos navales. Los daños que Drake causó en Santo Domingo
hicieron al rey torcer las miras de la expedición, ordenando a Bazán que con
las fuerzas preparadas se dirigiese contra el famoso corsario. No obstante
darle la orden, le decía: “a esto responderéis luego con lo que se os
ofreciere, que holgaré de ser informado de quien sé que tan bien entiende”. Bazán
asintió, puesto que en nada, en realidad, se oponía esta jornada a la que
estaba tan devotamente preparando. Las noticias que se recibieron, antes de
estar dispuesta la escuadra para salir, hicieron desistir de la expedición
contra Drake, que, por quedarse sin víveres, se dirigió a las Azores, y así siguieron
los aprestos de la gran armada contra Inglaterra. La contestación del rey a una
misiva de Bazán, fechada aquélla en 7 de febrero, es decir, dos días antes de
la muerte de Bazán, puede hacer pensar no ser cierto el que su muerte fuese
debida al disgusto que hubiese podido causar al marqués, ya enfermo, una
supuesta reconvención del rey que consideraba excesivamente lentos los
preparativos para atacar a Inglaterra. No obstante, lo que sí está probado es
que los envidiosos habían trabajado en contra de la fama de Bazán; uno de ellos
era Álvaro de Leiva, que insinuaba que Bazán, disconforme con el plan adoptado,
de que las operaciones terrestres las mandase Alejandro Farnesio, generalísimo
de los Países Bajos, y deseoso de conservar la unidad de mando, procuraba
dificultar la empresa. Su fallecimiento causó en Lisboa y en la armada un día
de profunda pena. Su cadáver fue llevado al Viso, su señorío, a diez leguas de
Ciudad Real, quedando depositado en la parroquia de Nuestra Señora de la
Asunción hasta enero de 1643, que fue trasladado al panteón de su familia en el
convento de San Francisco de aquella villa.
Como resumen de los servicios del marqués de Santa Cruz se
ha dicho que rindió 8 islas, 2 ciudades, 25 villas, 36 castillos fuertes; venció
a 8 capitanes generales, a 2 maestres de campo generales y a 60 señores y
caballeros principales. Rindió 4573 soldados y marineros franceses, a 780
ingleses, a 6450 portugueses rebeldes en las islas y armadas de Lisboa y Setúbal.
Hizo esclavos a 6243 moros y dio libertad a 1654 cautivos cristianos; apresó y
tomó 44 galeras reales, 21 galeotas, 27 bergantines, 99 galeones y naos de alto
bordo, 7 caramuzales, 3 cárabos moriscos y una galeaza, y tomó en total, en sus
campañas, 181 piezas de artillería.
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