¿Recordáis? Dejábamos a Álvaro de Bazán rezagado en el
Peñón, con siete galeras de su mando. Reunida después la flota en Málaga,
García de Toledo propuso la inutilización
de otro de los nidos de piratas de la costa norteafricana: la desembocadura del
río Martín. Se encargó de la operación a Bazán, y empezaron los preparativos en
noviembre (1564). La llevó a cabo con 5 galeras, 6 bergantines y 4 carabelas de
las llamadas de Conna (muy apropiadas para cegar ríos con su carga de cantería,
cal y arena), una galeota y 3 chalupas. Partió de Ceuta, de noche, y con objeto
de efectuar una maniobra de diversión, consiguió que su gobernador portugués
atacase antes del amanecer a una torre a legua y media de Tetuán. Echó también
Bazán alguna gente a tierra, dejando para recogerla varios bergantines. Con
gran exposición por su parte, dirigió la formación del barraje, teniendo que
sondar el río para ver dónde había de hundir las carabelas. Mientras esto se llevaba
a efecto, Alonso, su hermano, con sus cuatrocientos tiradores, escaramuceaba
contra los moros, causándoles más de 100 muertos y haciéndoles creer con dicho
golpe de mano que se trataba de un desembarco en vez de cegar el surgidero. En
éste quedaron embotellados doce fustas y bergantines, moros y turcos. Fue de
tanto más mérito esta operación ya que los moros estaban alertados de que algo
se iba a hacer contra ellos, por unos barcos ingleses que avisaron de los
aprestos al xerife de Larache, que a su vez el mando de las galeras berberiscos
contra los cristianos, atacando a la isla de Malta con más de 200 galeras y
desembarcando en ella 30000 hombres mandados por Piali Bajá y Mustafá. Se
encargó del socorro a García de Toledo, que reunió el consejo de sus capitanes
para determinar qué era lo que convenía hacer. Bazán propuso escoger las 60
mejores galeras reforzándolas con los remeros de las que se quedasen, y que se
embarcasen en ellas nueve o diez mil hombres, llevando cada uno un saco de pan
de 60 libras, con lo que tendrían víveres para 15 días, contando que carne no
faltaría en la isla y confiando que los turcos no osarían aguardarles. Como se
opusieran algunos del consejo, considerando el plan como muy atrevido, contestó
Bazán: “En todas las empresas, después que se han pesado bien las
circunstancias, hay que dejar algo a la fortuna”. Finalmente, al saberse que la
situación en Malta era muy crítica, se aceptó su plan. (“¡¡Malta!! ¡¡Malta!!”,
gritaron; “El faro de Malta”. Duque de Rivas). En el puerto maltés de Malaca
desembarcaron 11000 hombres, en su mayoría de infantería española veterana.
García de Toledo volvió con presteza a Siracusa a recoger otros 4000 infantes
de refuerzo. Los turcos, creyendo que los efectivos desembarcados por los
cristianos eran mayores, reembarcaron; pero al informarse de la verdad,
volvieron a desembarcar, siendo derrotados y perseguidos por los españoles
hasta dentro del agua, quedando de este modo libertados los caballeros de
Malta. En 1568 se dio a Bazán el mando de las galeras de Nápoles, limpiando con
ellas de corsarios las aguas de aquel reino y del de Sicilia. Organizó la
construcción naval, hasta tal punto, que llegó a rivalizar con la famosa de
Génova y, en menos de un año, llegó a botar 38 galeras. Durante el ejercicio de
este mando socorrió con sus naves al fuerte de la Goleta, que estaba en situación
crítica, apresando de camino a dos bajeles turcos. También tomó parte en la represión
de la revuelta de los moriscos, bloqueando las costas de Granada y evitando que
aquéllos recibiesen socorros por mar, mientras Juan de Austria los combatía por
tierra.
Con fecha 12.10.1569 el rey concedía a Bazán el título de
marqués de Santa Cruz en premio a sus servicios. Al año siguiente, Selim II
amenaza Chipre, y Venecia pide
ayuda a Pío V y a
Felipe II. La reacción de la cristiandad no se hizo esperar, formándose la
Santa Liga, entre el Sumo Pontífice, España, con sus reinos de Italia, y
Venecia, dándose el mando general de la formidable escuadra a Juan de Austria.
Bazán fue uno de los principales consejeros que se dieron al generalísimo para
asesorarle en las cosas de mar. El marqués opinaba que debía acudirse
prontamente a socorrer a Chipre, y el no aceptarse su dictamen trajo consigo la
triste suerte de Nicosia.
La batalla de Lepanto, el gran choque entre Oriente y
Occidente, la dejamos para otra ocasión. Tiene tela. Tela marinera, claro...
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