Quien siembra vientos recoge
tempestades. Tiene razón el refrán. O eso parece. Después de haber pasado meses
y meses hablando de vientos, ahora, este invierno, hemos recogido tempestades,
tormentas, temporales y borrascas. Últimamente, por los meteorólogos, se les da
el nombre de ciclogénesis explosiva. O algo así. Ellos sabrán.
Y ahora tengo una alternativa. O un
dilema. Que es la situación de alguien cuando tiene forzosamente que elegir
entre dos soluciones. Siempre, o casi siempre, ambas malas. La disyuntiva es la
siguiente: ¿Sigo o no sigo escribiendo sobre vientos? Es que me siento
culpable. Estoy descorazonado. Abatido. Desanimado. Pues llevo varias semanas
deshojando la margarita. Sí… no; sí… no; sí… no… Es como aquello del “me
quiere, no me quiere…”
La última entrada o entrega se
publicó el sábado 21 de diciembre del año pasado. “¿Volverán las oscuras
golondrinas?” ¿Volveremos a ver los albatros de plumaje blanco? ¿Volveremos a
ver esa ave palmípeda, mayor que un pato, con las alas y la cola muy largas, y
buena voladora? ¿Volveremos a ver la Diomedea
exulans?
Albatros es el nombre común que
se aplica a todas las trece especies de aves de la familia Diomedeidas, que
comprende los géneros Diomedea y Phoebetria. Los albatros son grandes aves
marinas primarias que podemos considerar como oceánicas por excelencia. Su
cuerpo es robusto y alargado y la cola muy corta; el cuello de longitud
regular; el pico fuerte y largo, curvo en su punta como el de las rapaces y
formado por varias piezas córneas ensambladas; la forma de estas piezas varía
en cada especie, por lo que facilitan mucho la identificación en mano de los
distintos albatros.
Para el observador, la
característica que más singulariza a estas aves en vuelo, son las alas
estrechas, curvadas y extraordinariamente alargadas, tanto, que el albatros
viajero, el Diomedeas exulans del
párrafo anterior, sobrepasa la envergadura del cóndor, siendo por tanto la
máxima conocida. La forma de las alas es parecida a la de los vencejos, que
también las tienen muy alargadas, estrechas y curvas, siendo este tipo alar el
propio de las aves que poseen más desarrolladas las facultades voladoras. Sus
patas son cortas, con los dedos unidos por la membrana natatoria. El plumaje es
denso e impermeabilizado por las secreciones sebáceas, siendo sus colores
dominantes el blanco, negro y castaño.
Cuando yo era grumete, in illo tempore, mi amigo Baltasar, del
que ya he hablado en otra ocasión, me
decía muchas cosas sobre los albatros. Por ejemplo, que la distribución
geográfica de estas aves, indica que es una familia propia de los océanos del
hemisferio sur, pues nueve especies habitan los mares australes; una es
exclusivamente tropical y vive en las islas Galápagos y solo las tres restantes
habitan el norte del océano Pacífico. Los albatros pasan una gran parte de su
existencia en el aire; sobrevuelan durante meses las inmensidades marinas sin
acercarse a las costas, lo que realizan únicamente el tiempo de la
reproducción, escogiendo a este fin las islas más remotas, tales como las de
Diego Ramírez, Kerguelen, Georgia del Sur, Tristán de Acuña, Gough, San Pablo,
Chatham, Bounty, Antípodas, Macquerie, etc.
Para emprender el vuelo, los
albatros necesitan impulsarse corriendo por la superficie; ya en el aire,
vuelan sosegados por regla general, pues les bastan algunos batidos de sus
larguísimas alas, para remontarse en el espacio y practican el vuelo a vela
aprovechando las corrientes de aire que les mantienen por espacio de muchas
horas sin que las aves deban realizar el menor esfuerzo; algunas especies
utilizan la corriente de aire que produce un buque en movimiento, situándose
encima de la popa y siguiendo su derrota con sus poderosas alas inmóviles. Su
potencia de vuelo les lleva a través de los océanos, recorriendo distancias del orden de 10000 (diez
mil) millas, pero no parece probado que sigan durante semanas a los buques,
como tanto se ha afirmado.
Durante su alto observatorio, los
albatros escudriñan la superficie de las aguas acechando a los peces y
cefalópodos que constituyen su alimento normal. Al parecer, muchas de sus
presas las capturan de noche, particularmente los pulpos, sepias y jibias que
en las horas de obscuridad aparecen en la superficie.
Algunas especies, ejecutan unas
curiosas ceremonias nupciales y, entre los meses de septiembre a noviembre,
ponen en tierra, aprovechando un ligero hueco o encima de un montón de tierra,
plumas, restos de pescado y excrementos, un único huevo ovalado de gran tamaño
y usualmente maculado. Los pollos son nidófilos y los padres los alimentan
regurgitando el contenido de sus estómagos; cebados de este modo, almacenan
gran cantidad de grasa, viviendo a sus expensas cuando echan la pluma, ya que
en este período los padres no los alimentan.
Muchas especies adquieren el
plumaje de los adultos hasta pasados varios años, siendo idénticos ambos sexos
a excepción del albatros viajero antes mencionado.
De los dos géneros que hemos
dicho comprende esta familia, el más numeroso es el Diomedea, mientras que el género Phoebetria tan solo comprende dos especies. Estas últimas, se
diferencian de los restantes representantes de su familia por sus formas más
esbeltas y sus alas aún más estrechas, que en el aire les proporcionan una
ligereza y capacidad de maniobra mayores si cabe. Ambas especies (Phoebetria fusca) y Ph. Palpebrata), anidan en acantilados y no
en terreno llano como las demás, lanzándose más fácilmente al espacio desde las
alturas, sin tener que tomar impulso previamente.
El nombre de albatros, se aplica
casi universalmente, aunque también son llamados, en Hispanoamérica, pájaros
carneros y otros nombres locales, ocurriendo lo mismo en lengua inglesa, etc.
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