Los libelos son perversos. Crueles. Inhumanos. Como el que circuló por las siete parroquias del Concello de Meaño días atrás, antes de las elecciones, donde se hacían cábalas y conjeturas acerca de la salud de un candidato. Creyeron que era la ocasión para derrotarlo, pero ni con esas. Al contrario. Me pregunto cómo se puede caer tan bajo. Hay formas, modos y maneras. Algunos confunden a Cela con Zola y las ablaciones con las abluciones. Hay gente para todo. Hay personas que se prestan a todo. Es lo que hay. La nobleza, la hidalguía, la caballerosidad, brillan por su ausencia. Como la magnanimidad, la grandeza de alma y el humanismo. El oportunista, el aprovechado, el arribista, no tiene moral. Ni ética. Por eso escribe panfletos y pasquines. Por eso escribe libros verdes. (Basta consultar el Diccionario de Autoridades para averiguar que ese tipo de libro es “el que contiene las cosas particulares de un país y de los linajes de él, y lo que cada uno cuenta de bueno o de
malo”. Y añade: “Figuradamente llaman así a la persona dedicada a semejantes noticias”). En resumen: Los libelos están fuera de lugar, fuera de tono y fuera de razón. Y, además, son impolíticos y extemporáneos.
1 comentario:
A ver si le quitan un poco de espacio a las columnas de Blanco-Valdés y
Ónega... y que te fichen a ti de columnista estrella
jejeje
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