Entre los astilleros americanos
de mayor renombre figuraban los de Donald MacKay, en Boston, como ya se ha
dicho. Las quillas más veloces se deslizaban por sus gradas, y por si no fueran
suficientemente conocidas en el mundo
marítimo, las hazañas del Surprise,
Staghound y Flying Cloud, en el
año 1852 lanzaba al agua el Sovereign of
the Seas, el velero mercante mayor de
su época (2421 toneladas y 80 metros de eslora), que en el viaje
inaugural de Nueva York a San Francisco y regreso, llegó a obtener un día la
excelente velocidad media de diecinueve nudos y en diez singladuras recorrió
3144 millas. . De Nueva York a Liverpool tardó 13 días, 22 horas y 50 minutos,
con la notable particularidad de que al principio encontró vientos contrarios,
y luego, de los bancos de Terranova al Mersey invirtió únicamente 5 días 17
horas. Como fuera enviado después al tráfico entre Liverpool y Melbourne, hizo
una travesía de ida en 77 singladuras, y de regreso en 68, lo cual dio tanta
celebridad entre los armadores ingleses a los astilleros MacKay, que ordenaron
la construcción allí de cuatro barcos, cuyos nombres siempre recuerdan las
gentes de mar: Lightning, Champion of the Seas, Donald MacKay y James Baines. Este último, de 2275 toneladas, que en 1854 hizo una
travesía de Boston a Liverpool en 12 días y 6 horas, fue probablemente el más
notable de todos, llevando el nombre del fundador, en 1816, de la importante
compañía de Liverpool “Black Ball”, que murió en la miseria a causa de un
desastre financiero; obtuvo en febrero de 1855, durante seis horas, la
extraordinaria velocidad de 18 nudos, manifestando el personal a bordo que con
las velas altas alcanzaba los 21, pero esto no se pudo confirmar. Son
memorables dos regatas entre él y el Lightning ; en la primera, en 1856,
venció éste por una diferencia de veintidós días, mas en la otra arribó a
puerto una semana antes el James Baines,
disputándose ambas el regreso de Australia por el cabo de Hornos. El Donald MacKay, no ha dejado recuerdo de
travesías tan rápidas, pero en cierta ocasión transportó 1000 soldados a la
isla Mauricio en setenta días; era una nave espléndida, de 2400 toneladas, casi
90 metros de eslora, y como detalles de sus proporciones diremos que sólo el
palo mayor, de pino tea, enzunchado en hierro, pesaba unas veinte
toneladas.
Sucedía casi siempre que el viaje
inaugural era el más rápido, siendo fácil de explicar las causas. Ante todo, el
buque y el aparejo nuevos, se encontraban en la mejor disposición para aguantar
los mayores esfuerzos; luego, los tripulantes eran cuidadosamente escogidos, no
escatimando los armadores ningún medio que les permitiera anunciar después, con
fines de propaganda, la superioridad de sus buques. El James Baines, cuando le llegó esta ocasión, y mandado por el
capitán Mac Donald, batió todas las marcas, alcanzando Melbourne a los sesenta
y tres días y dieciocho horas de haber salido del puerto inglés, transportando
700 pasajeros. El Lightning (2083
toneladas), primero de la serie encargada por la “Black Ball”, podía embarcar
50 pasajeros de cámara, 75 en segunda clase y 350 en el sollado, en mejores
condiciones que las habituales en aquellos tiempos, por disponer de mayor
altura de cubierta a cubierta. Su primer capitán, James Nicol Forbes, logró
hacer con este buque, en el viaje inaugural de Boston a Liverpool, una
singladura de 436 millas, y una travesía de Inglaterra a Australia en setenta y
siete días y el regreso en sesenta y cuatro, tres horas y diez minutos,
transportando casi un centenar de pasajeros y oro en polvo por valor de un
millón de libras esterlinas. La primera marca fue superada por el capitán
Anthony Enright - que sucedió a Forbes- al emplear sesenta y siete días, sin
tanto riesgo como antes, debido a ciertas modificaciones introducidas en la
proa. Y la singladura de 436, dada a conocer en estos tiempos por el capitán H.
Daniel, de Montevideo, también la superó el Champion
of the Seas, al recorrer del mediodía del 11 de diciembre de 1854 al
mediodía siguiente, una distancia de 465 millas.
A bordo de los clíperes se
imponía la más dura disciplina, y sus valientes capitanes arriesgaban vidas y
barco con tal de hacer las travesías en menos tiempo que los rivales,
cruzándose apuestas no sólo entre ellos, sino además entre las gentes de
tierra, para quienes eran unos ídolos. Muchos, aun con viento duro, no
consentían arriar una sola vela, decisión que ponía en peligro la estabilidad
del barco; así puede citarse al capitán Forbes, que mandando el Lightning iba corriendo un fuerte
temporal, y como cundiese el pánico entre la dotación, se plantó a popa pistola
en mano para impedir que nadie tocase el aparejo. Este mismo capitán, comodoro
de la “Black Ball”, partió de Inglaterra con el Schomberg, construido en 1854, en los astilleros Hall de Aberdeen,
como prueba de la ya próxima capacidad de los astilleros británicos para
competir con los americanos; la driza de señales anunciaba orgullosamente:
“Sesenta días a Melbourne”, pero la realidad fue muy distinta; en las
proximidades de la costa australiana, mientras Forbes estaba entretenido
jugando a la baraja, embarrancó el buque en un bajo no señalado en la carta; el
furor del viejo marino llegó a límites insospechados, cediendo en un arranque
de cólera el puesto al primer oficial, quien dirigió acertadamente el
salvamento del pasaje y de la tripulación, transbordando a unos y a otros a un
vapor que acudió en su auxilio. Posteriormente, en Melbourne, quedó desposeído
Forbes de su importante destino en la “Black Ball”, por haber hecho dejación
del mando en momentos de grave responsabilidad; tampoco faltaron comentarios y
acusaciones, diciendo que el accidente había sido intencionado ante la
perspectiva de no poder alcanzar la meta en el tiempo que tan prematura y
jactanciosamente había anunciado.
Otra compañía de navegación ya
importante en aquel tiempo era la “White Star”, que, rivalizando con la “Black
Ball”, en el tráfico colonial, ordenó también la construcción del Red Jacket, en los Estados Unidos, y del
White Star, en el Canadá. Como los
anteriores, efectuaron éstos, asimismo, travesías memorables: el Red Jacket, en el primer viaje de
Liverpool a Melbourne empleó sesenta y nueve días y medio, y setenta y tres en
el regreso, dando la vuelta al mundo en cinco meses y once días, y a pesar de
las frecuentes calmas hizo un recorrido de 16000 millas en sesenta y ocho días,
lo cual supone la excelente velocidad media de diez nudos; el White Star no fue menos velero,
probándolo en un viaje de retorno de Melbourne, el año 1860, en sólo sesenta y
cinco días, y a la ida, si bien tardó sesenta y ocho, en cambio, durante un
espacio de 3200 millas obtuvo una media de catorce nudos. (continuará)
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