viernes, 20 de agosto de 2010

LA ROSA

Rosa, rosam, rosae. Rosa est pulchra. La rosa es bella. Yo diría que bellísima. Pulquérrima. Collige, virgo, rosas (recoge, muchacha, las rosas), es el primer verso de un poema de Ausonio, muy relacionado con el tema clásico del carpe diem . El motivo de la rosa, que es preciso cortar antes que se marchite, es una imagen de la brevedad de la vida que aparece ya en la poesía de Anacreonte.
La rosa es, quizás, la flor por antonomasia. La rosa es una de las flores más apreciadas, por su belleza, colorido y aroma, por lo que se cultiva desde muy antiguo. La rosa, de la que existen numerosas variedades y cultivos de muy diverso tamaño y configuración, fundamentalmente se utiliza como flor cortada, pero también se planta para adorno de los jardines. Su esencia es utilizada en perfumería para la obtención de agua de rosas y de diversos perfumes. La rosa heráldica es la de cinco pétalos. Puede ser botonada o puntada, si su centro o sus sépalos son, respectivamente, de un esmalte particular; si aparecen dos rosas concéntricas se denomina rosa doble.


Lo de la rosa doble me trae a la memoria, por asociación de ideas, como es bien sabido, que hubo una llamada Guerra de las Dos Rosas. Guerra civil (1455-87) que opuso a dos ramas de los Plantagenet, los York (rosa blanca) y los Lancaster (rosa roja) por el trono de Inglaterra. A mediados del siglo XV Ricardo, duque de York, se convirtió en jefe de la oposición contra la facción que dirigía el gobierno del débil Enrique VI de Lancaster. Los York se ganaron el apoyo de un gran sector de la nobleza a causa de la corrupción de la corte y los fracasos de la casa de Lancaster en la Guerra de los Cien Años. Ricardo acudió a las armas y venció a los Lancaster en Saint Albans (1455) y en Northampton (1460). Entre los dos partidos se llegó a un acuerdo por el cual Enrique VI permanecería como rey y el de York era designado sucesor. La reina Margarita, cuyo hijo había sido desheredado, levantó un ejército y derrotó a los York en Wakefield, donde murió Ricardo. Los derechos de la casa de York fueron heredados por el hijo de éste, Eduardo, que derrotó a los Lancaster en Mortimer`s Cross (1461). Eduardo subió al trono como Eduardo IV y obtuvo nuevas victorias en Towton (1461), Hexham (1464), Barnet y Tewkesbury (1471). Después de 12 años relativamente pacíficos, Eduardo IV fue sucedido por su hijo Eduardo V, todavía niño, que fue asesinado (1483) por su tío, Ricardo de Gloucester, el cual usurpó el trono como Ricardo III. Su absolutismo sanguinario hundió la causa de los York, que perdió el apoyo nobiliario. Enrique Tudor (Enrique VII), último de los Lancaster, le derrotó en Bosworth (1485), y por su boda con la hija de Eduardo IV, Elisabeth, unió las casas de Lancaster y de York. La guerra debilitó al feudalismo y reforzó el autoritarismo monárquico.
Y, ya puestos, después de lo histórico, rememoremos también algo musical: El Caballero de la Rosa, op. 59 (“Der Rosenkavalier”) es una ópera en tres actos de Richard Strauss, con libreto de Hugo von Hofmannsthal, estrenada en la Hofoper de Dresde, el 26 de enero de 1911. La acción se desarrolla en los tiempos de la emperatriz María Teresa de Austria. En una habitación íntima de la duquesa Wandenberg, conocida con el sobrenombre de la Mariscala, se entregan a un candoroso idilio la dama y el joven Octavian, quien le declara su amor con apasionadas frases. En tal circunstancia son sorprendidos por la llegada del barón Ochs de Lerchenau, dando apenas tiempo al galán para sustraerse a su vista y escapar vestido con las ropas de una doncella del servicio ducal. El barón, personaje rústico, pese a su alcurnia, se comporta groseramente con el joven. Seguidamente expone el motivo de su visita, participando su próximo enlace matrimonial con Sofía de Faninal y pidiendo a la Mariscala designe a la persona que, según la tradicional costumbre de aquellos tiempos, presente a la novia el mensaje nupcial y le ofrezca la simbólica rosa de plata, como signo de matrimonio. Queda decidido que sea Octavian el encargado de tal misión...
“Del rosal vengo, mi madre,/ vengo del rosale./ A riberas de aquel vado/ viera estar rosal granado:/ vengo del rosale./ A riberas de aquel río/ viera estar rosal florido:/ vengo del rosale./ Viera estar rosal florido,/ cogí rosas con sospiro:/ vengo del rosale./ Del rosal vengo, mi madre,/ vengo del rosale”.
No la toques ya más,/ ¡que así es la rosa!
Esta entrada se la dedico a todas las rosas que en el mundo son porque, como dijo Bécquer, mientras exista una mujer hermosa, ¡habrá poesía!

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