sábado, 20 de febrero de 2010
Los Gracos
“Mis galas, mis joyas, mi arreos, son mis hijos”.
Gracián cita esta frase en El Criticón, Tercera Parte. (En el invierno de la vejez). En la dedicatoria a don Lorenzo Francés de Urritigoyti, deán de la Santa Iglesia de Sigüenza... Una llamada a pie de página aclara que fue Cornelia, la madre de los Gracos, la que pronunció la oración. Me picó la curiosidad y averigüé algo más sobre esa familia. Quien quiera leer, que lea...
TIBERIO SEMPRONIO GRACO, en latin Tiberius Sempronius Gracchus, general romano (c. 210-155 a. J.C.), padre de los Gracos. Tribuno de la plebe hacia 187, defendió a Escipión el Africano, con la hija del cual, Cornelia, se casó. Fue pretor de la Hispania citerior en 180-179; sometió, con éxito duradero, a los celtiberos y vacceos, con los que suscribió tratados y pactos. Recorrió el valle del Ebro, en el que fundó la fortaleza de Gracurris, y junto con el pretor Postumio Albino derrotó a lusitanos y vascones. En 178 venció la rebelión de los sardos, y fue cónsul en 177 y 163. En 160 desempeñó una misión en Siria.
TIBERIO SEMPRONIO GRACO, en latín Tiberius Sempronius Gracchus, político romano (Roma 162-id 133 a. J.C.) el mayor de los dos hermanos Gracos. Habia sido educado por su madre, Cornelia, y tuvo a su disposición a los mejores maestros griegos, como Blosio de Cumas y Diófanes de Mitilene, quienes le inculcaron la necesidad de una reforma de la sociedad en favor del pueblo. A los diez años era augur, y a los diecisiete , tribuno militar. Hizo una brillante carrera en el ejército, hasta que fue destinado a Hispania como cuestor a las órdenes del cónsul Mancino, quien capituló ante los numantinos (137) y tuvo que concederles la autonomía total. El senado, como represalia ante semejantes muestras de debilidad, ordenó que ambos, atados de pies y manos, fuesen entregados al enemigo, pero el pueblo no consintió este castigo en lo tocante a Graco, quien a partir de este momento abandonó la carrera militar y se dedicó a la política. Regresó a Roma, donde, impulsado por su educación democrática y por el rencor a la nobleza, se ganó a la plebe, que lo hizo su tribuno (134). Alarmado por el abandono de la campiña de Etruria, y opinando que la defensa de Roma sólo podía estar en manos de los propietarios de las tierras, se esforzó en formar una clase media y en restablecer la pequeña propiedad. Para conseguirlo propuso una ley agraria, en la que se limitaba el ager publicus que un ciudadano podía poseer y el ganado que en él podía pastar, a la vez que se ordenaba la contratación de determinados obreros libres. Pero, los nobles, agrupados en torno a Escipión Emiliano, se creyeron víctimas de una iniquidad que afectaba a una institución hereditaria, transformada con el tiempo, según ellos, en derecho legítimo, y sobornaron al otro tribuno de la plebe, Octavio, quien puso el veto a la rogatio Sempronia (primavera 133). Esta oposición arrastró a Tiberio a cometer dos ilegalidades: conseguir que la plebe depusiera a Octavio y solicitar su propia reelección. Graco logró con ello que se aprobara la ley, pero su ejecución acarreó graves contratiempos. Los nobles moderados , como Apio Claudio Pulcher, su suegro, o el cónsul Mucio Escévola, lo desautorizaron, mientras que la plebe, poco decidida a reemprender la dura existencia de las faenas campesinas y sensible a la propaganda de la nobleza, lo abandonó..Fue asesinado en un motín, junto a trescientos de sus partidarios, y su cadáver arrojado al Tíber (verano 133).
CAYO SEMPRONIO GRACO, en latín Caius Sempronius Gracchus, político romano (Roma 154-id. 121), hermano del anterior. Dotado de más fogosa elocuencia que su hermano, cuya muerte quería vengar, emprendió una reforma total del régimen coordinando en un mismo programa los intereses de los diversos grupos opuestos a la nobleza. Parece ser que quiso resolver la crisis económica y social de la República mediante una expansión de su comercio y una consolidación de su presencia en las orillas del Mediterráneo. En 125, una ley autorizó la iteratio del tribunado, para el que Cayo se hizo elegir en 123. Como triunviro que era desde 133, había multiplicado las parcelas en las regiones alejadas y montañosas del ager publicus (123-121), respetando así la detentación de los nobles en las fértiles comarcas de Campania, del Lacio o de Tarento. Aumentó la cuantía de las asignaciones y creó con ello una clase campesina acomodada. Consiguió que se aprobase la fundación de colonias en los territorios de Tarento, de Cartago y de Corinto. Logró, mediante una ley frumentaria (del trigo y otros cereales), que se repartiese mensualmente entre los pobres un cupo de trigo a precio de coste, mientras se establecía un gravamen para las mercancías de lujo. Para ganarse la adhesión de los equites Cayo les reservó la recaudación de los diezmos en la provincia de Asia, recién anexionada (133), les concedió garantías judiciales, al hacerlos entrar en los tribunales junto con los senadores, y fijó su importancia social asignándoles localidades especiales en el teatro. Durante el período comprendido entre fines del 123 y comienzos del 122, en que fue reelegido tribuno, se dedicó además al acondicionamiento de los mercados, graneros y caminos. También decidió dar satisfacción a las legítimas reivindicaciones de los aliados, quienes habían quedado, de una parte, excluidos de los beneficios de estas nuevas leyes y, de otra, amenazados por la recuperación de tierras realizada en virtud de la lex Sempronia. En mayo de 122 propuso que se concediese a los latinos el derecho de ciudadanía y a los restantes aliados el ius Lattii (derecho latino). Pero los nobles excitaron el egoísmo de la plebe, que no quería compartir sus privilegios, y utilizaron contra él a Druso, su colega en el tribunado, quien practicó una política todavía más demagógica, y al triunviro C. Papirio Carbón, quien arguyó que las fundaciones coloniales emprendidas por Cayo eran impías y susceptibles de desencadenar la maldición de los dioses. La popularidad de Cayo declinó, y, cuando por tercera vez presentó su candidatura para el tribunado, no fue reelegido. Durante unas discusiones suscitadas por la supresión de la colonia de Cartago, se produjeron desórdenes. Se recurrió al senatus consultum ultimum , mediante el cual se daban plenos poderes a los magistrados y quedaban suspensos las garantías individuales. Los equites abandonaron a Cayo; se entabló una batalla en el Aventino entre sus partidarios y las tropas de su feroz enemigo el cónsul L. Opimio, en la que murieron tres mil ciudadanos. Cayo, acorralado por sus enemigos, optó por suicidarse (121), con lo que las leyes de los Gracos fueron paulatinamente abolidas.
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2 comentarios:
El activismo y dinamismo del "amigo" Cayo contrasta con la inoperancia de nuestros políticos actuales
En relación a la cita de Gracián, tengo que decir, que para que un padre sienta ese orgullo por sus hijos, este ha tenido que darles una buena educación, sobre todo en valores.
Uno de tus arreos.
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