(Con esta segunda y última entrega, llegamos a la estación tèrmini de la glosa de “Las cuatro estaciones”, de Vivaldi. Arrivederci, Roma: Arrivederci Feste di Roma, Fontane di Roma, Pini di Roma...)
Concierto núm. 3 “El otoño”: En esta tercera obra, tal vez la más agradable del conjunto, se ha disipado por completo el clima del concierto anterior. Escrito en fa mayor, se inicia con un brillante allegro que representa los cantos y danzas de los campesinos a que alude el tercer soneto vivaldiano (“Celebra el campesino con bailes y cantos/ el placer de la buena cosecha”). Los pasajes descendentes del violín solista pueden sugerir en cierto modo los efectos del vino que se bebe en la celebración.
En el segundo movimiento, el compositor indicó explicitamente que se trataba de la descripción de la embriaguez (adagio molto, ubriachi dormienti): el clave aparece nítidamente con arpegios acompañados por la cuerda en sordina.
El último movimiento entra casi sin advertirlo y nos propone una melodía poderosa y rítmica que sugiere, como indica el soneto, una escena de caza como tema del rondo. El violín solista muchas veces intercala sus figuraciones con dobles cuerdas, pero el ritornello va apareciendo implacable y lo hará hasta seis veces, poniendo fin al concierto de modo solemne.
Concierto núm. 4 “El invierno”: También este concierto se sale de las normas en cuanto a su estructura. Está escrito en fa menor y se inicia con unos acordes que sugieren un temblor causado por el frío, Por ello, las cuerdas se sacuden con comentarios en los que los contrabajos, por una vez, tienen una parte independiente, algo muy infrecuente en la época. El violín solista describe con todo lujo de arabescos el aire glacial que sopla y que causa el temblor poderoso e incontenible de toda cuerda de la formación instrumental.
En el segundo movimiento se describe la paz de un interior doméstico cálido y confortable mientras en el exterior la lluvia moja a los caminantes que por temor al hielo tienen que andar con tiento. El violín canta una deliciosa melodía al inicio que tiene un carácter casi amoroso, sobrepuesto a un suave pizzicato de la cuerda, creando una imagen lírica que figura entre las grandes páginas de la historia de la música.
El último movimiento es altamente descriptivo. El violín solista nos sugiere el viento insidioso que se cuela por las rendijas. Se ha aludido a los efectos de “patinaje” que los violines sugieren y que describen los resbalones que se citan también en el poema. No cejan los vientos en su lucha y se reproduce por un momento el clima de tempestad que ya hemos oído en los anteriores conciertos hasta que concluye éste con un solemne acorde.
Y hasta aquí hemos llegado: ¡Viva... Vivaldi!
7 comentarios:
¿te acuerdas cuando vivíamos todos en Dena? Cuando había mal tiempo, como estos días, tu nos decías que el ruido que hacía el viento al entrar por las ventas era como violines... "viento insidioso que se cuela por las rendijas"
¡¡¡ que tempos aqueles de domingo de inverno pola mañá, todos na vosa cama !!!...
Hay quien dice que "Las cuatro estaciones", es el "Concerto Solli" perfecto, ya que hasta entonces el instrumento solista (violín) llevaba el peso de la melodía y el resto de la orquesta era un mero acompañamiento; pero en las "cuatro estaciones" la orquesta le daba un relieve, ayudada al desarrollo de toda la obra. De esta manera se establecía un equilibrio perfecto entre solista y orquesta, pero sin llegar a ser un "Concerto Grosso".
...por cierto, ¿sabes que a Vivaldi lo apodaban "il prete rosso" ("el cura rojo") por ser sacerdote católico y pelirrojo?.
¡Hola, Jesús Joaquín! ¡Buenos días, Barba Negra! Me alegro de que te vayas aficionando a leer diccionarios y enciclopedias que son las fuentes de la Cultura.
Que Vivaldi era sacerdote católico ya lo sabía; que le llamaban el "cura rojo" no recuerdo haberlo leído. Apúntate ese tanto...
Y Evita ¿todavía no tuvo cinco minutos holgados para visitar el piorno? Noras un ten, e mulleres sin marido...
He de reconocer, que el contacto más profundo que he tenido, con la música clásica, ha sido en mi época de instituto, cuando estudiaba en mi cuarto con el "Adagio Karagan" de fondo, puesto en mi viejo radio cassette.
Ahora es que soy más de...ya sabes ¿no? "...hasta el viejo hospital de los muñecos..." y también de "...tengo pi-po`pa, una hormiguita en la patita..." y muchas otras "obra maestras" de autor desconocido que te podría enumerar.
Quizás algún día, cuando mis cinco minutos holgados se conviertan por lo menos en media horita, y tenga mi propio rincón de tranquilidad (no es necesario todo un piorno, me conformo con una habitación sin juguetes por los suelos) tal vez ese día me vuelva a aficionar a la música clásica, pero hasta entonces, lo siento mucho, no puedo hacer un buen comentario de tu escrito.
Un biquiño,
TOTALMENTE DE ACUERDO CON MI CUÑADITA EVA. LA FALTA DE TIEMPO EN ESTA VIDA LOCA Y AJETREADA, NOS QUITA TIEMPO PARA NUESTROS GUSTOS Y NUESTROS MOMENTOS DE SOLEDAD Y DESCONEXIÓN DE LO RUTINARIO DEL DIA DIA A DIA. DE VEZ EN CUANDO HABRIA QUE HACER ESTO: hay quién rompe el amarre y se libra del peso que le ancla al fondo y le impide mezclarse con la espuma...
Me he quedado sin palabras...yo opino como mi cuñada, sólo me acuerdo de la música clásica cuando la estudiamos en el instituto con Marichi la profe mas flaca que tuve en mi vida...y no estoy de acuerdo con mi marido, pienso que todos tenemos tiempo, solo hay que buscarlo, simplemente lo ocupamos con otras cositas que nos llenan más que millones de violines y sí, es lo que estais pensando... quizás cuando estas cositas crezcan nosotros buscaremos refugio en todas esas cosas maravillosas que Dios nos da y una de ellas es la música, pero lo mas grande es la familia y todo el tiempo es poco para estar con ella.......
Rosario
quien metio el com-pasdis de Mo-zart den-tro de la caja de galletas na nana nanara nanara narara narara
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